jueves, 30 de abril de 2009

Historia de Roma

Hace unos años empecé a pasar un libro del siglo XIX sobre la historia de la ciudad de Roma, desde su fundación hasta la muerte del emperador Teodosio, a formato digital. Creé un blog para esto (evidentemente no es el formato más útil para este propósito), pero lo dejé rápidamente por las incomodidades y limitaciones que me presentaba. Seguí trabajando en la transcripción, pero esta vez en formato Word, y hoy, después de algún tiempo, pude terminar el tercer y último tomo.

Si bien el libro está muy desactualizado, y su visión moralista (y nacional) de la historia de esta ciudad está sesgada por la época en que fue escrito, encuentro el texto muy interesante por dos razones. Primera, que su autor, el italiano Francesco (o Francisco) Bertolini fue un historiador muy bueno, y como la mayor parte de los escritores cultos y refinados de aquella época, leía las fuentes directamente del latín y del griego, con notable tacto y gusto. La segunda es que a través de sus juicios podemos ver cómo un historiador intelectual que formaba parte del optimista grupo que veía nacer una nueva época para Italia a fines del siglo XIX con el ascenso al poder de la casa de Saboya, creaba los propios orígenes de la grandeza peninsular.

Estoy seguro que lectores más sutiles encontrarán una riqueza narrativa difícil de apreciar en muchos otros tratados históricos de la época, y gustarán de los tres tomos tanto como yo.

La dirección del blog es:

Torpe

"En el trabajo no se come", le dijeron con sabiduría.

Pero el torpe desoyó estas palabras, y comió en el trabajo. Y comió, como buen torpe que era, con gula, no contento con su porción, sino también la de otros. Y las migas cayeron lejos de la mesa, y los otros comensales pronto se dieron cuenta, y lo vituperaron.

El torpe pensó con tristeza en las palabras de ese hombre sabio, y aunque se avergonzó de su conducta, pensó en el agradable sabor de las dos comidas que había tenido.

Mañana de otoño

Es temprano, y el Sol está saliendo. Se ven los edificios más altos bañados por las primeras luces. Más elevadas que ellos, las nubes policromadas, decoran un fondo turqueza bellísimo: blancas, grises y negras, se amontonan belicosas en las alturas.

Acá abajo, los árboles están perdiendo sus hojas. El color amarillo es tan intenso que parece un sueño, y algunos fresnos ya están comenzando a quedarse pelados: pero no son egoistas, y comparten con los míseros mortales sus dones, alfombrando el gris cemento con colores rojos, verdes, ocres, anaranjados. Las aves cesan en sus cantos, las hormigas vuelven sobre sus pasos y se dirigen a sus profundidades laberínticas, los hombres siguen ocupados, ellos no hacen nunca caso del ciclo de vida que se desenvuelve indiferente ante sus miradas aburridas y cansadas.

Creo que es mi estación favorita. Siempre tiene un encanto difícil de explicar, y que tal vez sea más que todas estas cosas juntas. Tal vez sea que se trata de un momento excepcional cuando Perséfone se muestra esplendorosa antes de ir a vegetar con su cruel marido en las profundidas del Hades.

viernes, 24 de abril de 2009

Profundidad

Creo que la mayor parte de las personas vagamos en un estado de superficialidad la mayor parte de nuestra vida. Y no me refiero al tipo de superficialidad que podemos comparar con respecto, por ejemplo, a la intelectualidad. Más bien, estas dos son igualmente superficiales. La mente lo es, por definición.

Me refiero a una profundidad que tiene muy poco que ver con las ideas, con las cosas que creemos que somos, o que nos hacemos creer que queremos. La superficialidad queda entonces de manifiesto cuando sentimos que realmente experimentamos algo que está más allá de todas las mentiras que fabricamos, y de todas las redes que tejimos para adornar nuestra vacuidad.

Esta súbita sensación de certeza emocional, que no es sentimentalismo ni empecinamiento, sino serena pasión, rompe con toda nuestra estructura. Son nuestros deseos más profundos, que en general, son mucho más estables que los caprichos a los que estamos acostumbrados a tener.

Yo no imagino mi vida viviendo como la mayor parte de las personas, sin saber quién soy y qué es lo que quiero realmente. ¿Cómo se puede elegir el conformismo que ofrece la sociedad cuando podemos arriesgarnos a tener lo que realmente deseamos? Para algunos será el conocimiento de uno mismo en sí, para otros el amor de esa persona.

Así que, cumpla o no, con éxito el objetivo de mis deseos, sé que estoy en camino, puesto que sé qué es lo que deseo, y ya caminar, es un logro en sí.

Streets of Philadelphia

I love this guy's music.


Tomorrow Never Knows



Todo lo que tenemos es este momento.

viernes, 17 de abril de 2009

Clase de teatro

Hoy una compañera de teatro nos dio una lección increíble: la consigna era improvisar una escena breve, teniendo como elementos una silla y una hoja doblada en dos.

Entró muy suelta, muy tranquila, e inmediatamente vio la hoja, apoyada sobre el respaldo de la silla. Con infinito tacto, con una mirada en la que se leía temor y angustia, se acercó hacia la hoja. La tomó delicadamente entre sus manos, como si el solo contacto del papel la hiriese, y se sentó, cruzando las piernas, sobre el suelo, con la postura del condenado, de quien lo ha perdido todo.

Comenzó a leer la misiva con angustiosa rapidez, pero sus ojos rápidamente se detuvieron, y se volvieron llenos de sorpresa hacia nosotros por un instante. Una tímida sonrisa asomó en su boca, y fue creciendo, lentamente primero, luego de forma abrupta, como un torrente de agua que al romper la represa, devasta los alrededores sin que haya forma de contenerlo.

Rompió en un llanto de alegría y felicidad, y salió corriendo del escenario.

Nunca había visto una actuación tan sincera, y convincente, pero a la vez tan simple. Me gustaría un día tener esa sensibilidad y la capacidad para interpretar esos sentimientos de forma tan fiel.

Dejar ir

Che!, ¡qué increible encontrarnos en esta esquina de besos y abrazos! ¡Qué increible sentir tu boca dulce, tus labios húmedos con sabor a melón! No puedo creer que bajo esos ojos serios, encontrase tanta vida, y en tus brazos recuperase el amor que ayer creí perdido para siempre.

Aunque me digan que no puede ser, que es incorrecto, en tu mirada hay una danza, hay recogocijo, hay sabor a algo más, Amor, no puedo explicarlo mejor.

Tus ojos dicen algo, pero tu boca te traiciona. Tus manos son certeras, aunque la apariencia sea adversa. Tus besos saben a impostura, aunque sean dulces como la miel.

Tu inocencia exterior es sincera, pero adentro de vos está el fuego de mujer, que ninguna de ustedes puede evadir. Esta es tu mayor debilidad, porque te traiciona en tu fortaleza. En tu misma casa, encontrás tu adversario.

Gracias, completa desconocida, por darme de probar aquello que es tan caro a mi corazón: el placer de conocer a una desconocida, por hacer que todo sea nuevo otra vez.

Aunque ello traiga aparejado el descenso de la rutina, saboreo hoy nuevamente tus besos níveos que me llevan a alturas que no imaginaba.

Gracias, bella extraña por enseñarme el valor de dejarse ir por un momento.

domingo, 12 de abril de 2009

Hijo de la Loba

-¡No puede ser ese el camino, Julio! Me niego a creer que le hagas caso a ese estúpido oráculo-, exclamó Marcelo.

Lo miré con compasión. Sé lo que el pueblo piensa de mí; creen que soy un supersticioso. Pero mi destino está junto al Teatro de Pompeyo. Como Aquiles, elijo la senda de la muerte, y de la inmortalidad.

-Así está profetizado. La Sibila ha hablado, y aunque tú hayas sido educado como un griego, con todo su escepticismo, yo sé que no hay más salida que ésta. ¡Mira las provincias, Marcelo! He pasado los últimos años viendo como los buitres que llamamos gobernadores, tus colegas y mis compañeros, devastaban con rapacidad a miserables campesinos. En Galia, donde derroté a un pueblo rico y poderoso, la República no ha dejado más que desiertos y familias abandonadas a sí mismas, con las onerosas contribuciones del Senado. Esto debe terminar: y la única forma de hacerlo es instituyendo un gobierno personal-.

-El pueblo jamás aceptará una Monarquía. Tienes que saber eso-.

-El pueblo aceptará lo que yo diga. Las formas se mantendrán, pero el espíritu de gobierno cambiará. Y la única forma de lograr esto es con un sacrificio. Los augurios son claros-.

Lo miré con compasión. Tendemos a ver a quienes van hacia la muerte voluntariamente, con incomprensión, como si el destino de los vivos fuese privilegiado. Yo sé que el Dios Uno del que me han hablado los judíos rige los destinos de todos nosotros: incluso de aquellas divinidades terrestres, amasadas con el polvo de los caminos y la electricidad del cielo. Sí, incluso ellas están sometidas al Inmutable que nos preexiste. Los filósofos griegos sabían esto. En Eleusis, el Iniciado abre sus ojos a esta verdad, más antigua que el Mundo, y más clara que el agua de la Sabina.

-Marcelo, querido amigo, tú eres como un hijo para mí. Tienes que saber que hago esto por ustedes, porque deseo que Roma permanezca; de otra manera, estamos condenados a levantamientos perpetuos, a ver colapsar nuestro gobierno bajo rebeliones que no cesarán. Pero también lo hago por mí. Sí, soy un maldito vanidoso, y mi última debilidad es saber que mi nombre se leerá en los libros de escritores futuros con admiración. Al igual que el divino hijo de Tetis, mi deseo es alcanzar la fama inmortal-.

Marcelo me tomó por la túnica, rogándome silenciosamente una última vez. Mas al ver mi mirada decidida me dejó ir. Lo abracé, pues realmente este joven había ganado mi afecto con su pueril devoción. A pesar de ser un chico excepcionalmente dotado para la intriga, nunca me había abandonado. Lo dejé junto a la estatua de Pompeyo. A lo lejos venía Marco Antonio, pero temiendo otra inoportuna demora, seguí mis pasos hacia mi fatal destino.

El brillo de la muerte relucía en los rostros de todos los conjurados. Casca, Casio y Bruto estaban allí. ¡Qué histriónico todo esto! Estaban más nerviosos que las jovencitas que por primera vez hacen sus pasos en los miserables teatros de madera improvisados junto al Circo. Los miré con serenidad, desafiando esta ridícula puesta en escena. Por un momento, dudaron, viendo en mi mirada una resignación que demostraba que yo conocía su plan. Temieron, y volvieron para pedirse ayuda mutuamente, pero, Hijos de la Loba, juntaron coraje, y Casca, pretextando algo sobre su hermano, me hirió el primero, luego seguido por diez, quince, veinte conjurados.

Antes de irme, los miré por última vez, con una sonrisa en los labios, sabiendo que Roma vencía, y que yo ganaría mi merecida inmortalidad.

A propósito de las Pascuas

A pesar de ser normalmente una persona que disfruta de llevar la opinión contraria, de lucir por oposición, debo admitir que no soy más que un cristiano vulgar.

¿A qué me refiero con esto?

Pues que realmente sigo el núcleo de las enseñanzas éticas de Yeshuá ben Yosef, contenidas en los cuatro evangelios, y en los libros de hechos y posteriores escritos de los padres. Esto equivale a decir, quizás, que, como millones de otros cristianos modernos, tengo simpatías por la figura del predicador galileo, aunque descreo de la Iglesia. En este último punto cimento mi postura de ser un cristiano vulgar, uno más de la masa.

Pero es difícil no apreciar su figura (no creo que haya sido una figura histórica, ¡qué contradicción!, ¿eh?) cuando bajo su nombre aparecen narradas historias tan conmovedoras, y palabras tan sabias y sensatas. Ya que celebramos en estos días su muerte, pero sobre todo su resurrección al tercer día de haber sido sepultado, pensé en transcribir algunas de las partes que más me gustan.

Antes de comenzar, voy a agregar una explicación al uso de huevos pascuales. Los huevos han significado para innumerables culturas la transición de la vida a la muerte, y viceversa. El huevo, como potencia de lo que está por hacerse vivo, y también como presencia de lo no manifestado. Es un estado intermedio. Es también un símbolo muy gráfico de la inmortalidad: si el huevo contiene vida y la vida engendra huevos, entonces hay posibilidad de vida ilimitada y resurrección.

Oyeron que fue dicho: "Ojo por ojo y diente por diente". Pero yo les digo: No resistan al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues.

Mateo 5, 38-42.

"Oyeron que fue dicho: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo". Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan el bien a los que los odian y oren por los que los ultrajan y persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Si amas a quien que te ama, ¿qué recompensa tendrás?

Mateo 5, 43-46.

No juzgues y no serás juzgado; no condenes y no serás condenado; perdona y serás perdonado. Da y se te dará"

Lucas 6, 37-38.

sábado, 11 de abril de 2009

Packt Like Sardines in a Crushd Tin Box

Vallecitos

Un amigo está haciendo trekking en Mendoza (Vallecitos, a 5.500 metros de altura), y sacó fotos muy copadas. Me había invitado a ir: ahora veo que debería haber aceptado la propuesta.



Una imagen

La imagen llegó un día de calor, cuando avanzaba fatigosamente entre la espesura de cipreses y pinos que adornan los idílicos cerros de San Martín de los Andes. Recuerdo que ascendía por un empinado y polvoriento sendero, con una cantimplora llena de agua helada en una mano, un cestillo de guindas silvestres en otra, y las zapatillas destrozadas por la rugosa irregularidad del sendero.

Vino sin previo aviso, y se coló en mi mente, como un visitante mal educado, que pasa sin pedir permiso y se sienta cómodamente en nuestro sofá. Así, pues, llegó esta imagen que movió los cimientos de mi propio ser, de manera inesperada. Hacía ya dos horas que había decidido recorrer el camino que llegaba hasta un famoso mirador y que continuaba hasta una de esas casas de Té de estilo germánico, de las que abundan tanto en el Sur argentino. Estaba cansado, pero también contento: estaba de vacaciones, y no tenía nada mejor que hacer que recorrer la inmensidad de el montuoso terreno que, decorado por una cinta azul de agua (el Lago Lácar) es lo más hermoso que he visto en toda mi vida.

Así pues, esta imagen congelada en el tiempo me impactó emocionalmente. Fue como una inspiración divina, un mensaje llegado del más allá (del más acá interno), una sacudida, un violento despertar hacia lo que realmente anhelaba. Sacudió todo lo que pensaba que era, todo lo que me había forzado a aceptar como propio, y logró hacerme comprender cual era mi deseo más profundo.

En ella, sentado sobre el piso estaba yo, leyendo a mis hijos, mientras éstos escuchaban y miraban atentamente, quizás asustados por el relato de su padre; quizás impresionados por la trama. Se vislumbraba en sus ojos esa expectación que sólo los niños tienen: la sensación de lo nuevo que sólo una mente fresca y no tocada por la madurez y por los años, puede lograr. Afuera hacía frío, y pesadas gotas de agua habían dejado su marca en el amplio ventanal de la casa. Una chimenea bien provista de leños estaba encendida a nuestro lado, y todos estábamos inclinados hacia su lado, tan sólo iluminados por su tibia luz y abrigados por su llama protectora.

Y allí también estabas vos, mirándonos desde la cocina, siempre sonriente, siempre hermosa. Satisfecha de hallarte en paz con vos misma, y sorprendida de encontrarte pensando en ese momento en un ascenso, un ascenso que creías recordar de algún lado, un ascenso decorado por un sendero bordeado de cipreses y pinos y decorado por una cinta azul de agua.

viernes, 10 de abril de 2009

Apatía

Con ánimo cansino deja que se extienda esa sensación de abatimiento: primero en su pecho, luego hacia sus extremidades. La sensación de sopor, de tibia desesperación y de desgano, se apodera de su cuerpo todo. Una voz recita en su mente: "déjate llevar, tan solo flota en este mar de quietud".
Está a punto de acariciar esta tenebrosa inercia, cuando una luz despierta en su interior, y lo inunda de optimista alegría, llevándose con sus cálidos rayos, las pálidas y lúgubres nieblas de la apatía.

jueves, 9 de abril de 2009

Vocatio

"Grates, inquit, tibi ago, summe Sol, vobisque, reliqui Caelites, quod, ante quam ex hac vita migro, conpiscio in meo regno et his tectis P. Cornelium Scipionem, cuius ego nomine ipso recreor; itaque numquam ex animo meo descedit illius optimi atque invictissimi viri memoria".

Cicero, Somnium Scipionis.

Mi profesora de latín dijo algo ayer que hizo caer la ficha: dijo en un momento de divina inspiración (tiene que haberlo sido, por cierto), que toda la fatiga de aprender este fardo gramatical, las normas, las desinencias infinitas, los tiempos verbales extraños, etc., tenían su premio cuando uno podía sentarse con un libro, leer un párrafo como el anterior, y tener una conversación directa con un hombre que vivió hace más de 2000 años.

Fue como un clic, una chispa que encendió un fuego más grande. Me di cuenta que amo lo que hago, que voy a disfrutar muchísimo mi carrera, y que al relegarla, al postergarla, al pensar que no era algo que estaba seguro quería hacer, me engañaba a mí mismo.

Desde que tengo 8 o 9 años estoy interesado en la historia del Mundo Mediterráneo: de toda esa cultura regional que se extendía desde las Columnas de Hércules hasta la Propóntide, y aún más allá. Por muchas razones, fui relegando esta actividad, diciéndome que no era lo que quería hacer, que tal vez no había una vocatio en la vida de todas las personas. Creo haber descubierto ayer que este no es mi caso.

El texto anterior, escrito en el más bello de los latines, dice lo siguiente:

"Te doy las gracias, Soberano Sol, y a ustedes, los otros habitantes del cielo, porque antes de morir veo en mi reino y bajo estos techos a Publio Cornelio Escipión, por cuyo nombre encuentro gran placer; y por el cual nunca se aleja de mí el recuerdo de este hombre perfecto e invicto".

miércoles, 8 de abril de 2009

Panegyricus ad Tobacco

Una tarde adquirió extraña costumbre:  la de fumar mientras caminaba por cualquier lado. Pensó, recuerdo, que para un médico, para una persona con una pizca de sentido común, el hecho sería fuente de ironías, de sorna, de fiesta carnavalesca.

Pero no le importaba. La sensación era sublime, mientras se dirigía hacia lugares nuevos con mil ideas en la mente, con una vivacidad estimulante, con la sensación de haber escapado por un momento de sí mismo, de su mortal cuerpo, como si otro pensase por él y viviese a través de él.

En esos momentos había claridad, y la vida y sus complicaciones se hacían simples, vanas, supérfluas. Los senderos se volvían rectos, las colinas se allanaban, las tormentas se convertían en un océano de tranquilidad. La solución a cualquier problema era entonces evidente. Había la potencia de enorme creatividad en el simple acto de llevar un manojo de hebras a sus labios.

Pensó con melancólica sorpresa en las veces que había tomado en sus manos un libro de poesías persas, sin comprender las complejas sutilezas de los versos apologéticos sobre el vino, el hachiz, o las volubles curvas de una hermosa mujer.

Ahora comprendía mejor: se había vuelto un colega: se había vuelto un disoluto epicúreo. Era decadente por un breve instante.

El humo ingresaba en los pulmones, y desde allí iba hasta su mente. Las neuronas, estimuladas por el químico, vibraban a su contacto. Había en este acto algo de Dios, y también un tanto del Diablo.

Mientras acariciaba estas ideas entendió de pronto, un poco mejor, las experiencias religiosas: el rapto místico, la fusión con la naturaleza, la armonía de los dos mundos, el externo y el interno, y pensó en cuán tonto, burgués y limitado aquél que con temor supersticioso rechazaba el uso de los estimulantes y drogas. Gracias a éstos, no sólo podía uno escapar de uno mismo, sino también objetivarse mejor, comprender los propios miedos y frustraciones, deseos y valores, como si los mirase a través de un cristal, o desde lejos. Salir era, también, adentrarse en la espesura de uno mismo.

Un poco de esa divina locura era necesaria en la vida concluyó en ese momento: una bocanada de alienación que hiciese amena la rutina, que agregase otros colores a la pintura de nuestra existencia.

Se perdió a lo lejos, al doblar en una esquina cualquiera, y desde entonces no he vuelto a verlo, aunque todavía llevo su recuerdo en mi memoria.

martes, 7 de abril de 2009

Todavía

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría

palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo

tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto

nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa

sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía

pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro

y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido

y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.

Mario Benedetti

Una molécula que borra recuerdos

Finalmente le podrán dar uso a la idea propuesta en el film de Michel Gondry, Eternal Sunshine of the Spotless Mind.

Por aquí.

domingo, 5 de abril de 2009

Time to Pretend

Otro de MGMT. Me acuerdo de la primera vez que escuché este tema, y la forma en que ya entonces sentía como que lo conocía de hace mucho tiempo.


viernes, 3 de abril de 2009

Quoque?

Arma virumque cano, Troiae qui primus ab oris

Italiam fato profugus Laviniaque venit

litora, multum ille et terris iactatus et alto

vi superum, saevae memorem Iunonis ob iram,

multa quoque et bello passus, dum conderet urbem

inferretque deos Latio; genus unde Latinum

Albanique patres atque altae moenia Romae.

Musa, mihi causas memora, quo numine laeso

quidve dolens regina deum tot volvere casus

insignem pietate virum, tot adire labores

impulerit. tantaene animis caelestibus irae?


Empecé latín hace una semana, y estoy totalmente perdido entre la gramática y el extrañísimo hecho de faltarle (por así decirlo) artículos y preposiciones a este monumental idioma. No entiendo todavía cómo hicieron exactamente para comunicarse entre ellos sin los de, del, para, con, etc. Entre una multitud de mujeres que entienden a la perfección lo que "ablativo", "genitivo", "predicativo subjetivo", y otros términos ajenos, significan, me siento un extranjero en tierra lejana.


Las desinencias, que después de unas clases cobraron significado (el final de las palabras, la parte reemplazable, lo que no es raíz), son la clave. Gracias a ellas un término puede funcionar como Objeto Directo, como Complemento Circunstancial o como Modificador Directo. Asimismo, las desinencias varían completamente según su tiempo verbal, género, número, posición. En pocas palabras: es un quilombo esto.