Con ánimo cansino deja que se extienda esa sensación de abatimiento: primero en su pecho, luego hacia sus extremidades. La sensación de sopor, de tibia desesperación y de desgano, se apodera de su cuerpo todo. Una voz recita en su mente: "déjate llevar, tan solo flota en este mar de quietud".
Está a punto de acariciar esta tenebrosa inercia, cuando una luz despierta en su interior, y lo inunda de optimista alegría, llevándose con sus cálidos rayos, las pálidas y lúgubres nieblas de la apatía.
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