La correcta observación de la realidad es el primer paso que cualquier Ser que quiera purificarse debe tomar. Esto no debe tomarse tan sólo como una correcta visión de la cruda y dolorosa realidad externa, sino más bien como un sereno discernir interno. En última instancia, si observamos con atención e intensidad, tal vez podamos cuestionar esta ficticia división que nuestra mente ha creado, esa que dice que hay un dentro y hay un fuera.
La correcta intención también puede ser llamada "correcto pensar" o "correcta aspiración", y surge naturalmente en los hombres que han contemplado su propia maldad y se han purificado a través del dolor. Esto, es bueno repetirlo, no debería ser tomado literalmente sin aplicarlo en uno mismo, o aceptado como una guía autoritaria, sino que más bien debemos analizar por nosotros mismos, para saber si es válido para nosotros o no. La correcta intención puede dividirse en tres partes:
♦ Renuncia a los placeres sensuales, en el sentido del apego. Este breve agregado se corresponde al rechazo del budismo por los extremos. El Camino del Medio señala que se debe escapar de los extremos del ascetismo y de la auto indulgencia sensual. Por lo tanto, lo que debe ser evitado es el apego al placer y no el placer mismo.
♦ Amor por todos los seres, lo cual se opone a la mala voluntad, a hacerles daño.
♦ Compasión e incapacidad para lastimar otras vidas, como lo opuesto a la crueldad.
El óctuple sendero es lo más cerca que el budismo estará de sostener una ética y una praxis, tal y cual se conocen en Occidente. De ser correctamente aplicado (¡oh, tarea dolorosa y vasta!) será el bastón sobre el que se apoyará aquel que quiera librarse de las ataduras del Mundo Impermanente, de la Gran Rueda del Samsara.
Correcta observación
¿Qué entendemos por observar de manera correcta? ¿Es una perspectiva, es mirar las cosas optimísticamente, idealizar, ser realista? ¿Cómo miramos el Mundo cuando abrimos nuestros ojos? ¿Con dolor, con recuerdos, con un velo de fantasía? La correcta observación implica una visión calma y sin deseo de la realidad. Es la lectura de una persona que se purificó a través del dolor o del aprendizaje no coercitivo, a través de la sabiduría del cauto y del sagaz. Cuando tenemos expectativas, cuando calculamos, cuando vemos a nuestra madre, a nuestro hijo, a nuestra pareja a través del pasado, no estamos viendo más que una ilusión, una proyección del miedo que todos llevamos dentro. En este mundo todo es impermanente. Todo está sujeto al permanente cambio. El viento gira de dirección repentinamente, y tras la inhalación, viene la exhalación. En cada instante la muerte y la vida entretejen la red de la eternidad, aquí en el presente que es también pasado y futuro. Así como todas las cosas nacen, también deben morir. ¿Entonces por qué nos aferramos tanto a la vida? Ese es el velo de la Ilusión. En nuestra ignorancia creemos que las cosas duran para siempre, porque tememos lo desconocido...tememos a ese vacío interno que sin embargo llena toda la existencia, y que está en todo el Universo, a ese vacío sin el cual la maravillosa luz de las estrellas no sería posible. La correcta observación implica, ante toda otra cosa, que entendemos esta verdad. El universo detendrá su expansión un día y volverá a su estado de pura concentración, así como un diafragme se expande y contrae repetidas veces. Y así, nuestro cuerpo, y nuestra alma, morirán para volver a nacer algún día. Esta es la rueda del Samsara, el mundo material, el mundo en el que vivimos. Es el mundo brutal y cruel que hemos creado, y que la naturaleza nos ha legado. Está sometido a leyes, y quien quiera vivir en él tiene queatenerse a ellas. En resumen, la correcta observación consiste en aceptar, no por imposición ni coerción, sino por claridad, las Cuatro Nobles Verdades. Si se internaliza esta observación, algo maravilloso sucederá. Sucederá lo nuevo, lo no tocado por el pasado.
Para el Día del Padre, le regalé a mi viejo un disco doble llamado "Concert for George", un recital organizado en Albert's Hall, London, por su amigo de toda la vida, Eric Clapton. Participaron de ese recital increible músicos de enorme talento como Ravi Shankar, su hija Anoushka, Jeff Lynne, de la ELO, Paul McCartney, Tom Petty, Brain May, y muchos otros músicos estrechamente vinculados emocional y afectivamente a ese gran tipo que fue George. Como no podía ser de otra manera, también participó su ex compañero beatle y gran amigo, Richard Starkey, también conocido como Ringo Star. Este es uno de los dos temas que cantó, y que co-escribió en la década de los 70's con Harrison.
Ah, el chico que ven atrás es Dhani, el hijo de George....McCartney, bromeando, dijo que parecía que George se había mantenido joven, mientras el resto había envejecido 40 años.
No puedo dormir, algo grande tiene que estar por ocurrir. ¿Marte alineado con Júpiter, Venus en la Casa de Escorpio? No, algo más grande, algo que no involucra a los planetas. Ellos están lejos. Hay cosas mucho más reales dentro de mí. Pensamientos, sentimientos, percepciones. La tormenta se avecina. La siento. Algo grande está por ocurrir.
Después de alcanzar la Iluminación, Buddha sintetizó sus enseñanzas en Cuatro Nobles Verdades, las cuales transmitió a sus dos primeros discípulos, los comerciantes Tapussa y Bhallika. Son las siguientes:
♦ Vivir es sufrimiento: nacer es sufrimiento, envejecer es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la separación de un ser amado es sufrimiento, no obtener lo que queremos es sufrimiento.
♦ El origen del sufrimiento es el deseo: la búsqueda de placer y lujuria, llevan al deseo de posesión. El deseo de permanecer, cuando todo es impermanente, cambia, muere y vuelve a nacer, produce un inmenso dolor. El deseo de morir, el cual es también un deseo psicológico por eliminar nuestros propios deseos, pensamientos y sentimientos, produce dolor.
♦ El cese del deseo trae el cese del dolor: si en nosotros realizamos una búsqueda profunda, y nos damos cuenta totalmente, no sólo mental o parcialmente, de la impermanencia de todas las cosas, y morimos en vida, entonces el dolor desaparecerá. Así es, y así ha sido.
♦ El camino para el cese del dolor se encuentra en el sendero de las ocho acciones correctas: correcta observación, correcta intención, correcto habla, correcta acción, correcto modo de vida, correcto esfuerzo, correcto pensamiento, correcta concentración.
La historia de Siddhartha narra lo siguiente: el rey Suddhodana y su esposa Maya iban de camino a la ciudad de Lumbini, actualmente en Nepal, cuando los dolores propios del parto interrumpieron el viaje. El cuerpo de esta mujer no soportó las labores y murió unos días después de dar a luz un primogénito al rey y al reino. El nombre elegido para él fue el de Siddhartha, que significa "aquel que logra su cometido".
Mientras el séquito festejaba el nacimiento de esta nueva esperanza, un eremita de las montañas del Himalaya, llamado Asita, se acercó a ellos y predijo que el niño debía convertirse algún día en un gran rey o en un hombre santo, y que estas posibilidades dependerían de la visión o no de la corrupción y muerte de este mundo. Como el gran príncipe que era, Siddhartha creció rodeado de lujo y belleza, puesto que su padre ya había tomado en su corazón la decisión de ver a su hijo convertirse en un poderoso rey de las montañas. Por lo tanto, los viejos, los débiles, y los incapacitados física y mentalmente fueron alejados de la pequeña capital del reino: Kapilavastu.
El rey coronó sus esfuerzos con un matrimonio entre su hijo y una prima lejana, Yasodhara, la cual dio a luz un hijo llamado Rahula. Así pues, Siddhartha se encontraba en paz en su ciudad, rodeado de lujo, riquezas y esplendor. No faltaban ni la mirra ni el oro ni el incienso, y el rostro de su mujer y de su hijo eran la Luna y el Sol. Siddhartha era feliz en su ignorancia.
Siddhartha contempla la muerte
Pasaron 29 años de esta vida de beatitud y esplendor, pero cierto día, quizás por negligencia, quizás por karma, Siddhartha vio finalmente el rostro de un hombre viejo en la ciudad, y las palabras de uno de los sirvientes, que le aseguró que ese era el destino de todos los hombres, no hizo más que dejarle un dolor profundo e insondable en el corazón. En efecto, veía Siddhartha cumplirse en su interior, la profecía, puesto que había abierto los ojos a la realidad, y ya no podía volver a su Jardín del Edén, puesto que había probado accidentalmente del fruto del conocimiento. Movido por esta revelación, Siddhartha dejó Kapilavastu definitivamente, y mientras más se alejaba del centro urbano, sus ojos más se acostumbraban a la visión de la muerte, la podredumbre y la impermanencia de todas las cosas. Esto debió ser terriblemente doloroso para alguien acostumbrado a la juventud permanentes de las cosas. El impacto fue tan profundo, que Siddhartha, se unió a un grupo de ascetas con el propósito de trascender la muerte a través de rigurosos ayunos de comida y agua. Sin embargo, el joven asceta se movía rápidamente de un maestro a otro, poco convencido por ls técnicas de los sabios, hasta que encontró un grupo de cinco jóvenes compañeros que llevaron su ascesis hasta condiciones infrahumanas, en donde se privaban de todo alimento excepto de una pequeña nuez diaria y un sorbo de agua.
Siddhartha, como asceta
Llevado a las puertas de la muerte por estas prácticas autodestructivas, Siddhartha perdió la inconsciencia cerca de un río y estuvo a punto de ahogarse. Sin embargo, no era ese su karma, sino que recobrada la consciencia aceptó un plato de arroz especiado que una muchacha llamada Sujata, la cual vivía cerca, le ofreció. Siddhartha comenzó a reconsiderar su camino a partir de esta experiencia, encontrando que el camino espiritual no podía depender de los extremos de mortificación e indulgencia con uno mismo. La persona verdaderamente espiritual debía evitar los extremos para seguir el camino del autoconocimiento, o se perdería en las redes de la mente. Luego de esta experiencia, el Buddha tuvo una gran paz interna, y su corazón le habló, puesto que su mente estaba quieta, y lo que le dijo fue que debía meditar hasta alcanzar la Iluminación. Siddhartha se dirigió entonces hacia un gran ficus y se sentó en posición de loto por cuarenta y nueve días, hasta que finalmente, después de concentrarse en su respiración, y contemplar la infinitud del universo interno, entenderlo, aceptarlo y trascenderlo, alcanzó el estado de despertar. A partir de este momento, Siddhartha fue conocido como el Buddha, un ser que había alcanzado en sí mismo un grado de absoluta perfección, y que comprendiendo las causas del sufrimiento humano, había podido eliminarlas.
-Mar, pasame el teléfono- le digo a mi hermano. -Pará que lo estoy usando- me responde. La noche se está poniendo fría y ventosa, pero el día fue caluroso y estuvo muy despejado. Fue un día hermoso. Las hojas de los árboles se estaban volviendo amarillas, y las baldosas estaban engalanadas con alfombras de colores rojos, amarillos, verdes y dorados. -Tomá, ahí te lo dejé- -Gracias, Mar- Marco el número, un poco nervioso, un poco indeciso. Suena una, dos, tres veces... -Hola- La voz femenina es suave, neutra, y algo en su tono me dice que su emisora tiene un carácter fuerte. Pero es una voz hermosa. -Hola, ¿cómo estás?- respondo. -Acá, por salir, ¿y vos?- -Bien, con frío. ¿Nos vamos a ver?- Un silencio incómodo se apodera unos segundos de la conversación. Voy muy rápido, no mido mis palabras, ni el tono, y eso produce una impresión no muy agradable en los demás. Es algo que no aprendí a controlar. -Mirá, lo estuve pensando...- me decís después de un rato. -Sí, yo también- me apresuro a responder, con un poco de miedo, mientras siento algo molesto en el estómago. -Creo que mejor no deberíamos vernos. Somos muy inmaduros todavía. Hay demasiadas cosas para perder.- -Sí, yo pensaba lo mismo. Que nos tienen que pasar muchas cosas antes, que tenemos que crecer antes de arriesgarnos.- -¡Ah!, ¿pensás igual que yo entonces?- decís un poco asombrada, un poco decepcionada. -Sí, somos pendejos. No va a funcionar, aunque lo intentemos. Nos vamos a caer y nos vamos a lastimar. Ya sabemos cómo son estas cosas.- -Sí, tal cual...- -...- Otro silencio incómodo. Se escucha fuerte de tu lado de la línea una ambulancia, y un pitido intermitente, indescriptible, pero muy molesto. -Bueno, che, te voy dejando, me tengo que ir- decís. -Listo, dale. Bueno, te mando un beso. Hablamos.- -Dale, un beso, hablamos.- -Chau- -Chau- Nos despedimos sabiendo que probablemente sea la última vez que hablemos. Corto el teléfono, y me siento en el sofá. Estoy confundido. Un poco aliviado, como si un gran peso se me hubiese ido de encima. Pero muy confundido. Pienso, y vuelvo a pensar. ¿Qué pasó? ¿No nos íbamos a ver? ¿No era que había tantas ganas? Sí, pero somos muy chicos, y no queremos arriesgar. Hay mucho por perder. ¿Qué podríamos ganar? Me levanto, y voy a colgar el teléfono. De repente me viene a la mente, en tan sólo un segundo, o así me parece, una sucesión infinita de flashes, imágenes, sensaciones, recuerdos. Hay caminatas, risas, un primer beso en el banco de una plaza, alegrías, decepciones, lluvia, sol, un tren y una primera pena, música, sexo apasionado, locura, sexo monótono, comidas, desayunos lentos, desayunos veloces, rutinas, cansancio, depresión, más alegría, y en todo ello un grado increíble de felicidad, de una felicidad que me oprime el pecho, y que me deja sin aliento. Y el recuerdo de una mirada, una mirada que no creía recordar. Una mirada de nadie en particular. Una mirada hermosa. Pero al segundo siguiente se va, como si hubiese sido un deja vú, y sólo me queda la sensación de haber vivido eso en algún momento, en otro lugar, quizás en un universo paralelo. Un recuerdo de algo que nunca había pasado, y que no pasaría. Pienso que me gustaría vivir en ese universo. Voy hasta lo de mi hermano. -Che, Mar, al final no voy a salir a correr con la minita que te dije- -¿Por?- -No sé. A veces las cosas no se dan.- -Sí, es verdad.- -¿Vamos a pasear a las perras?- -Dale, vamos-
So I looked in your direction, But you paid me no attention, do you. I know you don't listen to me. 'cause you say you see straight me, don't you.
On and on from the moment I wake, To the moment I sleep, I'll be there by your side, Just you try and stop me, I'll be waiting in line, Just to see if you care.
Did she want me to change? But I change for good. And I want you to know. But you always get your way, I wanted to say,
(Chorus)
Don't you Shiver? Shiver, Shiver
I'll always be waiting for you,
So you know how much I need ya, But you never even see me, do you? And this is my final chance of getting you.
On and on from the moment I wake.... Did she want me to change?...
(Chorus)
Sing it loud and clear. I'll always be waiting for you. (x3) Yeah I'll always be waiting for you.
And it's you I see, but you don't see me. And it's you I hear, so loud and clear. I sing it loud and clear. And I'll always be waiting for you.
So I look in your direction, But you pay me no attention, And you know how much I need you, But you never even seen me.
Soy fuerte, si acepto mi debilidad. Soy sabio, sólo si acepto mi profunda ignorancia. Soy feliz, si acepto mis miserias y penas. Soy equilibrado, cuando entiendo mis extremos. Puedo amar, sólo cuando entiendo la profundidad del odio hacia el mundo y hacia mí mismo.
Esta es una página que encontré estando en el fondo de la depresión, y que me ayudó a mejorar ciertas formas de verme. Espero que les sirva también. Está en inglés.
13:50, y afuera hace frío. Hoy no hay nada por hacer. En realidad, nunca hay nada por hacer, aunque me cree rutinas, charlas, amistades, novias, eventos. Busco escapar de la angustia. Son las 13:52, y todavía no se va. Uno, dos, tres pensamientos, tres imágenes, tres sensaciones opresivas, y todo lo que quiero no está acá. Lo que tengo me gusta, pero no me llena. Me dicen que sólo yo puedo llenar el vacío interno. Me deprime esa verdad...porque quizás sea cierta. O tal vez sea una verdad de superado, de quien está convencido de eso porque así oculta su angustia. Yo ya estoy cansado de ocultar mi angustia. Escribir esto es otra forma de ocultar la angustia. Pero la angustia no se va.
Si todo lo que me haría feliz no lo puedo tener, entonces estoy en problemas. Busco una mujer imposible, un sexo inexistente, un amor incondicional. No existe, no está. Y yo vuelvo al Nuevo Testamento e intento preguntarle a Joshuá cómo se puede ser niño cuando se tiene un desengaño de amor tan grande. Cuando se amó tanto y se perdió igualmente.
Es difícil dejar de amar. Es más fácil olvidar, ausentarse, hacer como que nada pasó. Pero dejar de amar es involuntario. No se puede. No puedo decidir dejar de amar, dejar de estar apegado, sacarme la obsesión de la mente. Y mientras más se amó, tanto más difícil es olvidar.
Por eso huimos, porque la angustia de la separación es tan grande que necesitamos calmar ese vacío con cosas, personas, charlas, salidas. Pero en la mañana, cuando nos levantamos lo sentimos ahí, con la imagen del otro en la retina, sin ningún escape, allí está el dolor de la pérdida, puro, natural, cristalino, afilado como una navaja.
¿Para qué mentirme entonces de que puedo seguir adelante normalmente? ¿Qué gano? Si en realidad complico aun más las cosas escapando de lo que siento. Escapar nunca es bueno. Bueno, sí...escapar de una manada de lobos es bueno. Pero escapar del dolor nunca es bueno, porque si no lo aceptamos, si no lo comprendemos, termina volviendo tarde o temprano. Y así nos endurecemos, nos hacemos más invulnerablemente vulnerables. Construimos murallas a nuestro alrededor para que nada nos lastime, pero entonces dejamos de ver los árboles, el cielo, las estrellas. Construimos murallas pensando en el pasado, pero no dejamos la puerta abierta para que entren esas otras personas nuevas.
Krishnamurti creía que esto acompañaba al proceso de estancamiento de las células cerebrales, las neuronas. Estaba bastante preocupado por la neurología, y siempre preguntaba si era posible que el cerebro cambiase, mutase, se volviese joven. Parece una pregunta simplona y tonta, pero a mí me gusta mucho, porque tal vez tenga razón el viejo filósofo. Tal vez llegue una edad en la cual no podamos superar ciertas cosas, en la cual no podamos volver a ser niños como pedía Joshuá. Para algunos será la actividad laboral, para otros la muerte de un familiar, a otros les pasará como a mí que el primer gran dolor vendrá de la mano de una relación que no funcionó, o que funcionó pero se desmoronó.
Me gusta pensar que todo puede ser superado en esta vida. No, superado no es la palabra. Todo puede ser aceptado, comprendido, y amado. No quiero perder mi fe en el cambio humano. Quiero creer que cada uno de nosotros puede tomar su angustia y hacer una joya hermosa con ella. Transformarla en pasión por los demás, en amor incondicional por el otro. Cuando siento el inmenso dolor del NO que recibí, y cuando pienso en lo irreversible del final de la relación, siento un amor terrible por el resto de los seres que me rodea, porque ellos también sufren. Y yo no me sentí su hermano verdaderamente hasta que pude sentir un dolor parecido.
Viví en una burbuja, protegido de ese dolor tan inmenso durante más de 20 años. Ahora, como le pasó a Siddharta Gautama, veo a los pobres y a los mendigos de mi corazón, y quiero salir a entender por qué están ahí y qué tienen para enseñarme, y cómo puedo ayudarlos yo.
Es una paradoja que el dolor, y no el amor, sea el que haya producido un cambio tan positivo en mí. Me hace dudar de la maldad del mal, y de la bondad del bien. Tal vez, después de todo, haya un propósito oculto, un Dios, algo más, que nos puso acá para aprender a conocernos a nosotros mismos.
Son las 14:07, y todavía hace frío, y todavía estoy mal. No quiero dejarlo ir, pero en algún momento me voy a tener que soltar y experimentar el vacío, y tal vez entonces pueda dejarlo todo de lado, incluso tu amor.
Una mañana perfecta: me despierto a la hora exacta. No es ni demasiado temprano ni demasiado tarde. Ayer salimos juntos, solos. La pasamos bien, tomamos un poco de más, te excitaste, tuvimos buen sexo, y nos dormimos en los brazos del otro, cómodos, protegidos. Antes de caer en la inconsciencia miré el reloj. Marcaba las 5:09. Me dormí tranquilo, sin ningún pensamiento. Me desperté a las 10:01, con ganas de comerme al mundo, de contarle a los objetos por qué era el hombre más feliz del mundo. Estábamos en tu departamento, que estaba como siempre hecho un caos total. Las sábanas denotaban una actividad física elástica y contorsionante, las almohadas se habían perdido en rincones ocultos de la habitación, la ropa interior había sido arrojada lejos, había vasos, tazas con té y sus correspondientes saquitos, encendedores, y hasta una tabla de planchar lista para recibir una prenda. Vos seguías durmiendo, porque no había nada que te hiciera tan feliz como dormir después de una buena noche que incluyese alcohol y sexo, y yo era feliz mirándote dormir, como nos suele pasar a los hombres enamorados, que ni siquiera nos damos cuenta del bochornoso hilillo de baba que se va formando y que concluye en una laguna centímetros debajo. Estabas perfecta, justo como quería tenerte para mí, indefensa, hermosa, desnuda. Brindé por eso con una escapada a la cocina. Puse agua en la pava, cambié la yerba, y me cebé unos amargos. Me acordé que tenía que estudiar, y me dio culpa, porque sabía que no iba a estudiar. Me dije mentalmente que no fuese un boludo y que no arruinara este momento. Me hice caso. Me fui hasta tu lado, y te quise despertar, pero abriste tus ojos, todavía dormida, y los volviste a cerrar. Y no te pude despertar después de eso. Salí al balcón y prendí un cigarrillo. El aire estaba frío, pero me divertía mirar a la gente e imaginarme sus historias. Hacía esto porque era feliz, y las personas felices quieren compartir su alegría y su plenitud, y buscar historias es una forma de compartir la propia. Pensé que era un hombre afortunado. Era afortunado aunque fuese un pobretón sin un trabajo decente, porque aun así tenía todo lo que quería. Vivía solo, tenía planes, estaba rodeado de amigos que me querían, y mi familia me bancaba y protegía, como la tribu al guerrero. Y además te tenía a vos, ahí dormida, con una sonrisa de placer. El día prometía claridad y calor, y me puse a pensar en llevarte en auto hasta Zona Norte y caminar por las calles de los suburbios, esas que tanto nos gustaban y que nos hacían acordar a Mar del Plata en verano. Después me acordé que tenías que terminar un trabajo, y de nuevo sentí culpa, porque me rebelaba contra la idea de que te tenía que dejar hacer tus cosas. Te quería para mí. Mi mente empezó a traquetear como de costumbre, un poco pesadamente a esa hora. -Si la amás de verdad, podés irte ahora, llamarla en un rato, y dejarla hacer lo suyo- decía una voz. -Pero tal vez ella no quiere trabajar realmente. Después te va a reprochar que te hayas ido, y va a invitar a algunos amigos, y te vas a sentir un pelotudo- respondía otra. -¿Y si la despertás para ver qué quiere hacer?- decía una tercera. -No, ¿no ves que duerme como un tronco?- concluyó una cuarta.
Al final decidí hacer lo que hubiese hecho cualquier hombre enamorado, pero ya acostumbrado al sí fácil de la pareja: me quedé estudiando en el comedor, con la estufa prendida, porque allá hacía frío y no tenía a nadie para calentar el ambiente con su respiración. Leí una, dos, tres, veinte páginas, y cuando la cosa empezaba a realmente interesarme, te levantaste y pasaste a mi lado, sin saludarme. Cosa extraña. Me molestó, pero no dije nada, esperando que tal vez tuvieses prisa por llegar al baño. Abriste la ducha, y el sonido del agua contra el piso empezó a sonar, interrumpiendo mi concentración. Me fui a cambiar la yerba a la cocina, porqueestaba lavada, y el agua ya estaba tibia. Puse música. Elegí algo que te gustara, por si te habías levantado de mal humor. Quería verte sonreir, cantar y bailar. Quería alegrarte la mañana. Es curioso como uno se acostumbra a pequeñas rutinas del otro. Son pequeñas costumbres unidas que hacen a la vida normal de la pareja y que determinan sus acciones por la mañana, tarde y noche. Ella se levantaba de mal humor, tardaba mil años en hacer todo, y desayunaba con la velocidad de una tortuga con sobrepeso frente a una hoja de lechuga. Esto me irritaba enormemente, porque para la hora en que yo quería salir a hacer algo, el Sol prácticamente se había puesto, y me sentía un vago de mierda. No podía con mis neurosis ya en ese entonces. Cuando salió del baño, yo ya estaba un poco alterado. Mi mente me había ganado de mano, y a pesar de que volvías desnuda, y me calentó imaginarnos teniendo sexo otra vez, te tiré un frío "Buenos días". Captaste el mensaje, porque respondiste -No, otra vez no, te pido que no me hagas esto, por favor no me hagas esto-. -¿Y qué querés que haga? ¿Por qué no te vestís así vamos a pasear?- solté, probándote -Amor, tengo que trabajar hoy. Tengo que en...-empezaste -Claro, siempre tenés que hacer algo los fines de semana- te interrumpí irritado. -Sabés que tengo que trabajar el fin de semana. Sos tan egoista- denunciaste, ya irritada vos también. -¡¿Yo el egoista, yo el egoista?! Nunca tenes tiempo para mí, siempre estas ocupada. Quiero que salgamos, que disfrutemos del día. Vas a estar todo el tiempo encerrada aca con la persiana baja. Es deprimente. Podrias ordenar un poco por lo menos- ya sonaba como una abuela solterona y amargada para ese entonces, y con mucha vergüenza, me di cuenta. Pero estaba tan enfurecido, tan irracionalmente enfurecido, que agarré mis cosas, me vestí rápidamente, y caminé hacia la puerta, decidido a irme. -¡No, no te vayas, por favor no te vayas!- me dijiste, mientras me agarrabas del brazo. Ya estábamos acostumbrado a esta comedia, a esta farsa, a esta rutina de fin de semana. Yo agarraba la manija de la puerta, y vos te quebrabas, porque sos buena de corazón, y no querías pelear conmigo, y entonces no me dejabas ir. Te ponías adelante, y empezaba el si-no, el no-si, el que quiero-no quiero, el que no quiero-quiero, y yo me terminaba quedando al lado tuyo, estudiando, mientras vos trabajabas en la Pc. A la tarde me empezaba a sentir mal, molesto. No me gustaba tu departamento. Era oscuro y frío, y no había posibilidad de caminar sin pasar por sobre ropa, trapos sucios, basura. Me dolía verte viviendo en un lodazal, pero sabía por experiencia que cualquier limpieza que hiciera duraría un par de minutos. Te sentías cómoda en tu desorden. ¿Qué podía hacer? Te dije que me iba a ir. Vos ya te sentías mejor. Estabas despierta y muy concentrada en lo tuyo, y no te costó dejarme ir, pero teníamos que jugar nuestro juego, y entonces me dijiste: -No, no te vayas todavía, quedate un rato más así vemos una peli- -No, no quiero- respondí,-me siento un inútil estando todo el día entre cuatro paredes. Necesito salir a caminar, a respirar, a sentirme vivo- -Bueno, me hubieses llevado a algún lugar el fin de semana pasado, cuando yo te insistí tanto- soltaste abruptamente. Nos dimos cuenta de que habías lanzado una bomba de tiempo cuando nos miramos. Pero estábamos tan acostumbrados, era tan insano todo, que seguimos representando nuestros papeles, mecánicamente, como dos leñadores de un reloj cucú suizo. -Bueno, ahora sí me voy- dije -¡¿Ves, ves como sos?! ¡No te puedo decir nada que ya te enojás y te vas. Hablemos!- me gritaste. -Dejame ir, soltame, por favor- te dije. -No, no. Entendeme, por favor, entendeme- me imploraste. -No puedo, no puedo entenderte. Yo no actuaría así en tu lugar. Yo me iría con vos- mentí, sabiendo que si hubiese tenido responsabilidades las hubiese cumplido a rajatabla como un oficial prusiano. -Sí que actuarías así. Ayer cuando te pedí que me acompañaras al banco por el tema del departamento, me dijiste que no podías, que estabas estudiando. Y vos sabías que era importante- dijiste con total justicia. -No podía dejar de estudiar. Tengo un parcial en dos semanas- volví a mentir, a sabiendas de que no había estudiado seriamente ese día y de que no lo haría hasta que me viese entre la espada y la pared. -Ya sé que es importante tu carrera, pero por favor entendeme...necesito hacer esto- me rogaste una última vez. -Bueno, hacelo...llamame cuando termines- concluí, mientras me iba, y me daba cuenta que te habías puesto a llorar. Había sido una mañana perfecta. Pero de alguna manera mi amor posesivo, mi negligencia, mi incapacidad para mirarte, para preocuparme sanamente por vos, la habían vuelto gris, y la tarde ya no era hermosa: era un infierno. Di un portazo y bajé las escaleras seguro de mí mismo, con el orgullo herido, y dando grandes pasos. Yo sabía que te iba a encontrar corriendo después de mí, pidiéndome perdón una vez más, diciéndome que estaba bien, que ibas a cambiar. Yo sabía que me iba a sentir como la mierda, pero como era un egoísta, no me importaba demasiado. Cuando llegué a la puerta de abajo, la abrí, sin darme cuenta que no me habías detenido esa vez. Ya estaba a mitad de cuadra cuando, caí en la cuenta que ni siquiera me ibas a llamar para hacerme volver. Me desesperé, me asusté, y quise regresar, pero estaba herido. Había sido herido por el mismo cuchillo que yo había desenvainado, pero era muy orgulloso para admitirlo, y seguí caminando. Cuando llegué a la parada del colectivo, me arrepentí definitivamente, tuve un destello de inteligencia entre tanta estupidez, y te llamé, pero ya te habías ido. Habías salido rápidamente para lo de tu amiga, esa amiga que organizaba una fiesta esa noche, esa noche en la te divertirías tanto tratando de hacer algo bueno por vos. Esa noche te diste cuenta lo mal que nos hacíamos, porque eras más inteligente que yo, y mucho más madura. Esa noche lo conocerías a él, a esa persona que tanto esperabas encontrar en mí, y que tan feliz te haría.
Prefiero saber aunque duela...soy hijo de Adán, y como él prefiero comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, a vivir en la dulce y feliz ignorancia. Y si tuviera que vivirlo todo de nuevo, lo volvería a vivir, porque la verdad es un puñal desnudo que se vuelve contra uno mismo, como dice Sinuhé, pero ¿qué más podemos hacer en esta vida? ¿Cerrar los ojos? ¿Evadir lo que está frente a nuestras narices? La verdad suele ser dolorosa, porque no queremos mirarla, porque la verdad nos muestra la ficción de nuestro ser, la fragilidad de nuestro amor, lo vano de nuestras promesas, y sólo nos deja con la certeza de la muerte y lo pasajero de la vida y de todas las cosas. Y sin embargo, qué bellos son los árboles iluminados por el Sol de la mañana, qué hermoso el oleaje del mar, el graznido de las aves, el color de la pintura, tu mirada, tu alegría, tu risa clara. Prefiero saber, porque quizás exista la oportunidad de algo más, aunque no crea en nada más, prefiero saber porque aunque la verdad sea dura, es lo único que una persona seria puede tener en sus manos y atesorar cuando todo lo demás se haya ido.