viernes, 31 de octubre de 2008

You're so Great

Graham Coxon fue el guitarrista de Blur hasta Think Tank, y para mí su música era tan representativa de la banda, como la voz de Damon Albarn. Después de su partida, sacó un par de discos muy buenos, y Blur terminó haciendo uno que a mí no me gustó mucho, lo cual prueba que su influencia era muy grande. Este tema está en el disco que se llama Blur, que es el que sigue a The Great Escape.
La voz no le da para cantarlo, pero el sonido característico del rasgueo de Coxon suena muy bien.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Monsieur d'Artagnan, el héroe perfecto

Estoy releyendo Los Tres Mosqueteros, de Alexandre Dumas. Supongo que estoy volviendo a la adolescencia, porque encuentro la novela demasiado divertida. Si sigo así voy a terminar aficionado a los biberones y a los Playmóbil (en inverso orden, sospecho).
He aquí este párrafo magnífico, que expresa en toda su fuerza el candor de esta impresionante aventura:
"Artagnan era caballero; además llevaba el uniforme de guardias que, después del de los mosqueteros, era el más querido de las damas. El muchacho, por otra parte, era, como hemos dicho, joven, guapo, amado: reunía, pues, más condiciones de las precisas para trastornar una cabeza de veintitrés años; y Madame Bonacieux se encontraba en esa edad feliz de la vida."

Orange Crush

Me voy a ver R.E.M. este fin de semana al Personal Fest, que va a estar buenísimo. Muchas buenas bandas....me acuerdo que este tema se me había pegado este verano, jugando al Play, en emulación de una banda real.


martes, 28 de octubre de 2008

Las máximas de Schultz

Me quedé mirando las máximas de Gabriel Schultz que son muy divertidas. Lejos de mí el pretender hacerlas pasar por la verdad. Voy a poner las que me parecen se ajustan a la realidad.

Máxima nº 5: "Todo hombre que lleva su celular en la cintura es un pobre tipo".

Máxima nº 11: "Todo hombre que sigue usando mochila grande es mamero".

Máxima nº 17: "Todo hombre que escucha cumbia fuera de alguna fiesta (tiene CD's en su casa, por ejemplo) alguna vez se comió un travesti (o se lo está por comer)".

Máxima nº 26: "Toda persona que llama por el apócope o le dice capo, negro, negrito, etc., a alguien ni bien lo conoce es garca".

Máxima nº 28: "Todo hombre que lava su propio auto en el patio de su casa los fines de semana es cornudo".

Máxima nº 38: "Toda mujer que utiliza diminutivos constantemente al hablar con una persona está regalada".

Máxima nº 53: "Todo hombre que se sienta del lado de pasillo en los asientos dobles de los colectivos teniendo otras opciones está necesitado de afecto".

Máxima nº 64: "Toda mujer que da o envía besos onomatopéyicos finge los orgasmos".

Máxima nº 79: "Las personas que les ponen a sus perros nombres de persona son drogones". (Esta es buenísima).

Máxima nº 88: "Los hombres que tienen la patilla hasta la comisura de la boca, son alcohólicos".

Máxima nº 99: "Los hombres que juegan al golf engañan a sus parejas".

Máxima nº 105: "Las personas que tienen puff son drogonas".

Máxima nº 111: (La mejor de todas) "Los hombres que se dejan desabrochado el tercer botón de la camisa son golpeadores".

Máxima nº 158: "Los hombres que utilizan los anteojos de sol como vincha, son porno-adictos".

Máxima nº 169: "Las mujeres que piden cerveza en la primera cita son gauchitas".

Máxima nº 180: "Las mujeres que usan musculosa blanca quieren guerra". =D


Máxima de un Nacho cualquiera

Parodiando la divertidísima idea de Gabriel Schultz, aquí está la máxima de un Nacho cualquiera.

"Las chicas interesantes tienen el cuarto enquilombado".

John





We love you and deeply miss you, John.


lunes, 27 de octubre de 2008

Tropicália, de Caetano Veloso

Flechazo

Estaba chateando el otro día con una de las chicas con las que viajé a USA, y nos pusimos a hablar del viaje, del hotel en donde laburamos. De lo bien que la había pasado, de lo terrible de mi vuelta forzada. Bla, bla, bla. Una cosa llevó a la otra, y nos pusimos a hablar de música: me sorprendí al ver que estaba escuchando justo en ese momento el mismo tema que yo: Foxy Lady, de The Jimi Hendrix Experience. Pasamos por Led Zeppelin, Joan Baez, Bob Dylan...era obvio que escuchábamos lo mismo y que nos íbamos a aburrir hablando de música.
Pero el gran momento, el momento en el cual decidí que estaba perdidamente enamorado de esta diosa imposible, fue cuando me pasó un tema jazzeado de Aretha Franklin en un formato que no pude reproducir en el Winamp. Se lo comenté y me dijo: "Ahí te la estoy ripeando".
Fue demasiado para mí: una mujer que gusta de la buena música, con mucha onda, y que encima sabe convertir archivos de audio, es algo que me supera. Así que voy a hacer todo lo posible por perseguir a Artemisa. Sólo espero tener más prudencia que Orión y no salir despedazado en el medio.

lunes, 20 de octubre de 2008

La conjunción planetaria y el Winning Eleven

En menos de un año, los cuatro pasamos de estar jugando a la Play (obviamente, mi superequipo, Irán, aplastaba armoniosamente a sus ínfimos rivales, aunque maliciosos rumores lo nieguen) en casa tranquilos, a hacer cucharita bajo frazadas durante frías tardes invernales.
Como si el Universo hubiese conspirado para mostrarle a la manada las bendiciones eternas del cielo (el sexo y la compañía de la mujer, elijan el orden, y niéguenme los griegos), y los horribles fuegos devastadores, pasamos de ser 4 pelotudos que se dedicaban al fútbol en pequeña escala, y a las salidas nocturnas, a protoexperimentos en la cocina de "las brujas" (cariñosamente).
Se hizo el vacío. Nos dejamos de ver. Ahora los sábados eran para remolonear en las camas junto a las hembras. Todavía me río al recordar una devastadora traducción de una frase de Corazón Valiente cuando, en vez de señalar: "¿Es tu mujer?", dice: "¿Es tu hembra?". Así que decido usar ese término cada vez que puedo.
Los domingos, fatigados por ejercicios a los que algunos eran más asiduos que otros, también conspiraban contra nosotros.
Pero la verdad sea dicha, estábamos los cuatro muy contentos de poder practicar en esa arena previa, lo que luego sería nuestra entrada en el temible Coliseo. ¿Hay algo mejor que compartir con una mujer (o un hombre para otros) un proyecto, armar un viaje, o disfrutar simplemente de un día hermoso?
Un par de años después, y con pocos meses de diferencia, a todos se nos piantó la mina, por decirlo argentinamente: sólo Nico la conserva, y por las cosas que nos cuenta, va a durar bastante: dice que es una bruja insoportable, que no la banca, que un día la va a llevar a la ruta y la va a dejar ahí. No hace falta aclarar que todos le damos la razón al pobre Nico. Temible....
Parece entonces un curioso destino que 4 personas que compartieron una amistad durante todos estos años, y con uno, un lazo sanguíneo, mi hermano (al que también considero mi amigo), se vieran envueltas en situaciones tan parecidas, y con desenlaces similares. Ninguno terminó por infidelidades, síntoma tan común en las parejas: simplemente las relaciones se deterioraron progresivamente hasta el punto de que ninguna de las 6 partes se dignó a continuar con la obra.
Como si los planetas se hubiesen puesto en movimiento en el momento adecuado, aquí estamos mirando de nuevo el camino, saliendo de noche, y listos para prender la Play y jugar al Winning como unos pendejos de 15.

Nueva enseñanza en Wi-Fi

Tan importante como lo que sentimos, es lo que hacemos con ello, y la interpretación que le damos es incluso de mayor relevancia.
Con un poco de inteligencia (inteligencia en este específico sentido) y práctica podemos moldear nuestras impresiones y sentimientos, filtrando los destructivos y dejando pasar los provechosos.

I'll Feel a Whole Lot Better

Y yo que pensaba que era un tema de Charly...he aquí la respuesta estaodunidense a la invasión británica de los 60's: The Byrds....gran banda.


miércoles, 15 de octubre de 2008

La gente ínfima

La gente ínfima se encuentra en kioscos, en librerías, y en cualquier pequeño negocio minorista. Está presente en los pequeños triunfos que nadie ha notado, y en las amargas soledades de las medias tardes.
La gente ínfima no conoce origen, ni credo, o etnia particular. Sus opiniones son el sentido común, y una memoria colectiva ribeteada de información esparcida por los medios masivos de (des) información.
El otro día entré a uno de los receptáculos que este tipo de gente suele poseer. El paisaje, francamente, me conmovió. Dos ancianos ínfimos se afanaban en las tareas del pequeño establecimiento, entre mate y mate, preocupados por sus tareas minúsculas. El precio de este papel, el toner de la fotocopiadora, la cantidad de caramelos en la caja. Su hija, una mujer en los 30's se preocupaba por ellos y los ayudaba con las tareas, actividad que los ancianos agradecían pero que evidentemente los molestaba. Como gran parte de los mayores, creían que sus facultades eran las mismas de antes y que en nada precisaban de ayuda.
Hice mi compra sin ningún apuro, disfrutando del pésimo decorado, y de la hermosa armonía que se desplegaba ante mis ojos: la actividad de una familia trabajadora que intentaba salir adelante.
Cuando salí del local, agradecí al cielo que todavía hubiese gente como ellos, gente sin ninguna importancia, marginados, desprovistos de ambición... total y absolutamente decentes: la gente ínfima, que con su pequeño trabajo hace grande a la humanidad.

martes, 14 de octubre de 2008

Can one day change your life, by Tom Geiger


verse I
Life it seems so cruel
can’t believe that I lose
all my face and my cool
and my faith and my cool
life it seems so strange
can’t believe we behave
just like adam and eve
just like liars and thieves
chorus
And I found it hard to find
A day got left behind
I would trade it for a smile
Can one day change your life
Can one change your life
verse II
Life it seems so cold
Can’t believe we get old
hope I die before I
get ugly and old
life it seems so strange
can’t believe we behave
just like adam and eve
just like liars and thieves
chorus
And I found it hard to find
A day got left behind
I would trade it for a smile
Can one day change your life
Can one day change
Verse III
love it comes only once
when its right
throw the first punch
La La La La La La

lunes, 13 de octubre de 2008

Nacho's 678th Dream

Estaba escuchando el tema de Dylan, y me acordé de pronto de dos sueños recurrentes que tengo desde los 10 u 11 años.

El primero: estoy parado frente a una abertura hecha en una construcción de piedra y arcilla roja. Me veo a mí mismo desde arriba, y por lo tanto, ¿quién soy yo? Pero sí, yo soy aquel que contemplo y no el aire mirándome vacío desde arriba. Mi rostro está muy tostado por el sol, y lo poco que de él se ve, es de rasgos muy bellos. El resto está cubierto por un espeso, negro, y enrulado cabello. La larga barba que llega hasta la cintura, está atada con un anillo de oro a la altura de la garganta, y me da un aire de elegancia y distinción. Tengo puestas ropas de color rojo claro,  un cinturón turqueza con un signo dorado en el centro, y unas sandalias de cuero. Estoy en una galería en penumbras, en donde dos o tres personas más pasean y charlan, todos ataviados de manera semejante a mí, aunque combinando distintos colores. A través de la abertura, que se extiende unos 15 o 20 metros, a lo largo de la parte derecha de un pasillo de proporciones reducidas, se ven los rayos del Sol, y hacia abajo, un río serpenteando entre construcciones de color marrón. Sin embargo, una cantidad considerable de hojas, helechos, plantas trepadoras, cubren desde arriba la parte exterior de la abertura (que debe tener unos 2 metros de ancho) y dificultan la visión del exterior. Todo el sueño no dura más que un instante, que es sin embargo suficiente para permitir la conciencia de todos estos elementos, la visión, la sensación de las ropas de lana.

El segundo: subo por una escalera de caracol. Los escalones son de piedra dura, aunque muy gastada por el uso. Una puertita de madera tachonada con placas de bronce impide mi entrada. La abro sin dificultad. Me encuentro en una habitación circular de dimensiones reducidas. El techo es abovedado, y hay 8 grandes ventanas sin vidrio, cuya parte superior está arqueada. Dentro, en varios muebles, hay distribuidos muchos elementos de observación astronómica, libros, una silla tosca de madera con respaldo. Pero lo que me interesa es que el Sol se va, y empiezan a aparecer las estrellas. Abajo se ve, hermosísima, una ciudad de estilo bizantino, y se oye el arrullo de las palomas y el sonido de los cascos de caballo.

10 ingredientes para la preparación de la felicidad

1º La lectura de Tito Livio.

2º Las charlas Saganianas con Seba.

3º Mis Tíos.

4º El arranque de Be Here Now o The Bends o The Joshua Tree.

5º La neurosis de Woody Allen.

6º El cielo nocturno.

7º Guerra de música con mi hermano (Un tema y un tema, la mejor música gana el espacio...como siempre no podemos definir cual es la mejor música, pero los argumentos son divertidos).

8º Debates filosóficos con el Árabe.

9º La experiencia irremplazable del cine.

10º Louis Prima.

martes, 7 de octubre de 2008

No te aguanto, de Fernando Peña

Caminando por cualquier calle de la ciudad, uno puede darse cuenta de que nadie se mira a los ojos y si por alguna casualidad nos encontramos por una milésima de segundo con otros ojos que nos apuntan, acto seguido, una de las dos personas, o las dos, bajan la mirada inmediatamente. Cuando nos llevan por delante o nos empujan suavemente, el pedido de disculpas es balbuceado y en voz baja; es casi imperceptible, casi ni se escucha. Quien te empuja sin querer te pasa por al lado y se le escapan, se le caen literalmente de la boca, sonidos inentendibles que reproducen un tímido y poco sentido pedido de disculpas. Ni hablar de la tensión que produce estar con gente desconocida en un ascensor. Ahí entran en juego varias situaciones embarazosas; por ejemplo, el tener que pedir que te aprieten el botón de un piso, saludar a todos o correr hacia el ascensor pidiendo que aguanten las puertas abiertas porque estás llegando tarde. Todo eso nos llena de vergüenza, aparecen las inhibiciones y los complejos. También están las miradas, los empujones y los roces. El contacto físico con el otro, la apoyada, el hombro a hombro, las tetas de una mujer en la espalda, las tosecitas nerviosas, el aliento y sentir la respiración de los demás en la nuca hacen que ir de una planta baja a un piso doce sea más incómodo que sentarse en una silla con clavos. El viaje se hace eterno y enmudecemos. Hasta cuando le tenemos que decir algo a alguien que está con nosotros lo hacemos en voz baja y con pudor. 
El cruce en los cajeros automáticos es también una situación bastante incómoda, abrir la puerta y sostenerla para que el que está afuera pase y que a veces ni siquiera dé un gracias dicho claramente. Otra vez el sonido inentendible y fugaz, el buñuelo de palabras, el gruñido. Nos comportamos como si fuéramos animalitos que croan o graznan. En las casas de pastas, los domingos al mediodía, también se demuestran nuestra falta de destreza, nuestra torpeza y la gélida indiferencia. Detrás del mostrador, los empleados gritan los números y otra vez la gente con un hilito de voz, a veces intentando que el número llegue a las manos del empleado para no tener que decir simplemente la palabra "yo" cuando cantan 52. A veces entra alguien que no sabe que hay que sacar número y nadie es capaz de avisarle, como si nos pusiera contentos que entren cuatro o cinco personas detrás de él, saquen número y lo dejen pagando. Ahí el gozo es en silencio, el pobre hombre no percibe que seguramente hay dos o tres personas riéndose por dentro. De auto a auto también nos pasa. Por eso, a veces, es mucho más cómodo viajar en autos con vidrios polarizados. Se me ocurre que muchos oscurecen los vidrios del auto no por una cuestión de seguridad ni por el sol sino para guardar privacidad, para evitar que el otro vea, espíe.
Cuando vamos en auto también hay muestras de poca solidaridad y ganas de joder al otro, el clásico ejemplo es el que no se corre de la izquierda cuando le hacemos luces. Disfruta, se regocija y no se corre, cuando a veces el motivo de nuestro apuro puede ser importante. 
El asco y el rechazo que nos estamos teniendo es totalmente palpable. Estamos hartos de nosotros mismos, de la forma humana. Es claro que preferimos otras criaturas vivientes, y se nota cuando de pronto aparece un perro vistoso. En seguida, alguien se nos acerca simpáticamente, lo acaricia, le habla, como queriendo establecer un diálogo con el perro pero no con nosotros. "¿Y vos cómo te llamás, che?", le preguntan al perro, y al no recibir respuesta, ya que el dueño también está deseando que el perro hable, repregunta: "¿Cómo se llama?"; y de pronto ése es el comienzo de un diálogo corto y tibio en la plaza, un diálogo que el dueño del perro ansía que termine cuanto antes. 
Siempre buscamos playas vacías y pocos son capaces de compartir una mesa en McDonald's cuando está lleno. En el cine, dos parejas dejan una butaca vacía entre las dos y rezan en silencio para que deje de entrar gente así pueden guardar esa distancia protectora. El tío de un amigo se compraba dos pasajes para no compartir asiento en los ómnibus de larga distancia, y no debe ser la excepción. En todo momento se ve que si podemos evitar al otro, es mejor. Cuando voy al teatro y noto que se viene el intervalo, ya me voy parando, veo los últimos minutos de pie desde el fondo junto al acomodador, cerquita de la cortina de terciopelo, y cuando empieza a cerrarse el telón corro al baño para ser el primero, estar solo y hacer pis tranquilo. Así y todo elijo un compartimiento y no un mingitorio y tampoco debo ser la excepción. Cuando ocupan la mesa de al lado en los restoranes también es molesto y es casi una proeza compartir un taxi. Hablando de taxis, me encantan los de Montevideo, tienen una mampara que separa al pasajero del taxista y evita la charla pasatista y hastiante. 
El rechazo, las ganas de no cruzarnos, la intolerancia y la incomodidad de compartir espacios y situaciones con el otro se van haciendo más fuertes a medida que crecemos. Los chicos no padecen este mal. Es común verlos parlotear y hostigar con preguntas de todo tipo a los adultos. Nos pasa cada tanto que dos chiquitos en el auto de adelante nos saluden y se rían con frescura y espontaneidad. ¿Por qué perdemos esa simpatía con el otro? ¿La perdemos o incorporamos la intolerancia? 
Creo que se trata de una falta de educación. No hablo de una educación de buenos modales y buenas costumbres, hablo de educar la actitud, la predisposición. Es necesario prepararnos para interactuar con el otro, notarlo, mirarlo, incorporarlo. Tampoco estoy hablando de la buena onda al divino botón ni de una actitud religiosa, hablo de reeducar las conductas cotidianas, nuestras expresiones corporales y los parlamentos. Hablo de desinhibirnos, cada uno dentro de nuestras posibilidades. Hablo de salirnos de nosotros. 
El entrenamiento teatral ayuda mucho. Es raro que un actor camine encorvado como tratando de esconderse en su propio cuerpo o hable en voz baja. Tenemos aprendido un manejo de nuestro cuerpo, al que llamamos instrumento, cuando hablamos lo hacemos claro y alto, cuando miramos lo hacemos profundamente y cuando nos toca interactuar con extraños, por lo general, nos cuesta menos. 
Salgan de sus casas como si salieran de un camarín. No pretendo que sonrían y saluden a todo el mundo, pero caminen erguidos, registren lo que dicen y cómo lo dicen, miren al otro y exhíbanse ante la multitud. Cuando deban enfrentarse con el prójimo, ya sea a solas o ante varias personas, procuren ser amables y simpáticos utilizando la falsedad que no se nota que tenemos los actores. Háganle creer al otro que por lo menos lo toleran y lo tienen en cuenta. Se trata de códigos y conductas histriónicas que aceitarían un poco esta apatía necia y seca que estamos viviendo.

Smile!


Encontré esto en Taringa.



De vuelta a las raíces

Hay temas que te devuelven a tiempos que se fueron. Algo parecido pasa con ciertos olores, o con la contemplación de algunos paisajes. Be Here Now (1997), de Oasis, fue el primer disco que compré por iniciativa propia, y fue mi introducción a la música inglesa. Cada vez que suena "D'You Know What I Mean", el primer tema del disco, no puedo evitar acordarme de muchas cosas de esa época.
Las críticas luego lo hicieron mierda, pero yo sigo encontrando que es mi disco favorito, quizás porque como suele pasar con muchas otras cosas, fue el primero que tuve.
"Magic Pie", el tercer tema, es el que más me gusta, y lo canta Noel, el humilde hermano mayor Gallagher.
Esta versión está grabada en Earls Court, uno de los escenarios de interior más grandes del Reino Unido, y el solo sigue sonando, como dirían los españoles, "de puta madre".


lunes, 6 de octubre de 2008

Tarea de reciclado

El viernes pasado tuve la primer reunión de consorcio del edificio. Queda tan sólo un departamento por vender de los 36 existentes, y la administradora decidió que era hora de convocar la reunión, así que unos 20 propietarios acudimos al llamado.
Desde hacía un tiempo una idea venía rondando mi mente, y era la siguiente: agregar tachos adicionales en cada piso, para realizar una separación de residuos que facilitase la tarea de los cartoneros y que además colaborase así con el reciclado de la ciudad.
Son temas que me preocupan un poco el del calentamiento global, y el de los efectos del hombre y sus residuos en el planeta. Así que decidí lanzar mi audaz propuesta ni bien se tratase el tema de los residuos.
En realidad esperaba sonrisas cómplices por parte de mis vecinos, quienes seguramente se contentarían con elogiar mi bondad con nuestra Madre Tierra, y se limitarían a pedirme muy amablemente que me dejara de hinchar las pelotas.
Pero, por el contrario, la sugerencia fue recibida calurosamente por este improvisado senado de propietarios, los cuales no sólo se entusiasmaron con la propuesta, sino que me pidieron que hiciese circular un instructivo para explicar en detalle el asunto, y aprender a separar los residuos.
Así que ahora estoy terminando el archivo, y voy a imprimirlo y hacer copias para poner mi grano de arena en la monumental tarea de levantar este castillo que nuestra generación debe construir.
No estoy muy seguro de la eficiencia del proyecto, tal como están las cosas en la ciudad. El gobierno, según Greenpeace, no está haciendo nada por llevar a cabo las propuestas del proyecto Basura Cero, y al llamar a la Secretaría de Medio Ambiente para pedir un contenedor, me lo han denegado, diciendo que temporalmente no se están instalando más.
Sin embargo, creo que es bueno que aprendamos a separar los elementos que pueden ser reutilizados de los que no, práctica que acaso se vea premiada el día en que una administración responsable y concienzuda tome las riendas de la ciudad.

jueves, 2 de octubre de 2008

Amistad y amor

Mi ex se quejó amargamente en un par de ocasiones, durante y después de terminar nuestra relación, de mi incapacidad para desarrollar y comprender los valores y las nobles conveniencias de la amistad.
Estos lamentos me produjeron algunas mortificaciones, no tanto por la verdad que en ellos se encerraba (yo tenía y sigo teniendo amigos), sino porque sentía que la estaba condenando injustamente cuando le hacía saber mi disconformidad con respecto al hecho de que ella mantuviera un contacto fluido con su ex novio (una vez hasta sugirió ir a cenar con él), o que saliera con 15 o 20 amigos varones.
Con sincero arrepentimiento, luego pedía yo perdón, porque es cierto que nada malo estaba haciendo. En resumen, era un problema mío, si mi degradada autoestima me llevaba a imaginar posibles escenarios en los cuales mi pareja me engañaba (o deseaba hacerlo tan solo) con alguno de sus amigos.
Pero hace unos días me enteré que estaba de novia con uno de los que hasta entonces había sido uno de sus mejores amigos. Al parecer, un viaje que realizaron juntos los había acercado tanto, que no pudieron resistir la tentación de sumar al más excelso amor (el de la clara y pura amistad), aquel contacto físico que lo transforma y corrompe.
Me quedé pensando en el hecho, sintiendo tristeza y decepción. En primer lugar por mi tonta y necia incredulidad. En segundo, por haber derrochado mi confianza en alguien tan indigno e incoherente. En tercero, por no haber escuchado mi propio juicio, que no era errado. En cuarto, por haber dejado que esta misma persona, tan celosa y defensora de los sagrados votos de la amistad, se enojara injustamente conmigo cuando me acercaba a compañeras de facultad o cualquier mujer con el objeto de entablar una amistad.
Si se me permite la disgresión, quiero decir que personalmente no creo en la amistad entre el hombre y la mujer. Las experiencias personales (y sumo a éstas este caso particular), me enseñaron que cualquier relación de verdadera amistad, es decir, cuando hay una relación intensa, seria, lleva irremediablemente a la atracción emocional e intelectual, y luego física.
Esto, que yo creía saber, fue dejado de lado, porque estaba asombrado de encontrar una persona tan fiel a sus amistades y que tuviese a éste vínculo en tal estima, que dejase de lado con desdeñosa indiferencia cualquier noción de género, edad, etnia y diferencia social. Entonces, para no caer en el pecado de soberbia, y trastocar un simple juicio personal por la verdad, me reproché internamente mis prejuicios y pedí perdón por haber cuestionado la buena voluntad de mi compañera.
Ahora siento que en poco tiempo, un puñado de días tan solo, crecí muchos años. Cuando miro a las personas, ya no puedo verlas en blanco y negro, como solía hacerlo: intento descubrir en ellas esas tonalidades grises que se esconden detrás de las bipolares palabras, para aparecer con toda fuerza en sus hechos y en sus acciones.

"Te amo, y mi amor no tiene motivos", me dijeron.
Yo entonces digo: nadie ama sin motivos. Amamos en nuestros amigos y en nuestra pareja las virtudes (cualquiera sean estas); amamos su rostro, sus gestos, su compañía, hasta sus hábitos; pero, no amamos el vacío que en todos se esconde: tan sólo le tememos.

"Vos nunca entendiste la importancia que la amistad tiene para mí", agregaron.
Sí la entendí. Y nunca intenté alejar a mi pareja de ella. Tan sólo quise purgarla de los elevados ideales tan difíciles de alcanzar para un simple mortal: la quise hacer terrestre y adaptarla al mundo. Un mundo en donde el deseo, como dice Jorge Drexler, sigue un curso paralelo.

Este tipo de amistad celeste queda como un noble monumento para la oratoria y para el verbo, pero se deshace al caer en la realidad de las acciones, como una roca se convierte en polvo después de pasar por el calor abrasador a que la atmósfera lo somete.

"Sos una buena persona", consolé. "No, no lo soy", tuviste el coraje de admitir.
Creo que yo también confundí y erré mi juicio. Al fin de cuentas, errare humanum est, y aunque no me guste mucho admitirlo, cometí tantos desaciertos que de ningún modo soy mejor que aquellos a quienes juzgo. Tan sólo puedo narrar la profunda tristeza que me invade cuando no puedo volver a creer en las personas, y confiar en sus palabras al mirarlas a los ojos. En definitiva, mi consuelo es, y acuerdo con Morrisey, que

Time will prove everything...