Estabas triste, y eso no era ninguna sorpresa. Hacía 3 meses y medio que te encontrabas en ese estado emocional. Siempre deseando, siempre añorando tenerla otra vez en tus brazos. Y una y otra vez se te negaba esa oportunidad.
Que la vida había perdido parte del color, parte de la emoción de ir a buscarla a la parada del colectivo, con los brazos llenos de golosinas y en la boca una sonrisa que desaparecería para transformarse en un beso.
Que no hacías más que pensar en ella, cuando ella estaba feliz en otro lado, quizás en otros brazos. Que te había olvidado, que ya no te amaba.
Te subiste a un taxi y te fuiste para Retiro, con la mente en los Andes, imaginando, temiendo, añorando. Te bajaste y esperaste una hora, y llegó el micro. Esperabas encontrarte con un ambiente vulgar y festivo.
Pero por suerte la vida también tiene sorpresas, y a último momento te cambiaron de servicio, y te acurrucaste cómodo en un asiento inesperadamente amplio y cómodo, al lado de una chica que, oh sorpresa, te recordó un grabado de las mil y una noches, con su cara como la luna, y su cintura como rama de sauce, envuelta en una finísima remerita blanca, que dejaba al descubierto unos pechos como granadas.
Con una bendición interna, agradeciste la suerte que te había tocado, y también te acordaste de lo curtido que estabas desde hace unos meses. Ya no te importaba tanto el qué dirán, y hablar con una mujer, mirarla a los ojos, ya no se te hacía una tarea tan difícil. Es más, habías empezado a encontrar dentro de las miles de miradas femeninas, algo encantador e insondable, y en cada una de ellas había algo nuevo y sorprendente. Tierno y tentador a la vez. Un lirio y una rosa dentro del corazón de cada una de ellas.
Se despertó a eso de las 9, cuando se habían adentrado en la Provincia de Santa Fe. Se miraron, y en esa mirada quedó todo dicho. El deseo estaba de su lado, y no había más que expresarlo con una excusa, con un "hola" o con una sonrisa casual.
Y el momento llegó cuando la chica trajo la comida, y ambos la rechazaron, con un dejo de orgullosa altanería en la voz. Ambos eran vegetarianos, y ambos se gustaron inmediatamente. Quizás por una cuestión de sentirse identificados entre tantos extranjeros carnívoros y glotones.
Él se rió, y comentó por lo bajo lo bárbaras que eran las costumbres modernas que obligaban a miles de animales a llevar una vida espantosa en corrales, privados de luz natural y de alimentos apropiados. Creo que ni él mismo creyó ese argumento.
Ella estuvo de acuerdo, y en su cara bailaba una sonrisa pícara, pero al mismo tiempo seria y femenina.
Y los comotellamas, dedondesos, cuantosañostenes, endondeestudias, se sucedieron como si ese primer escalón hubiese abierto las puertas para un mundo más generoso, colmado de palabras, gestos, sonrisas, abrazos, besos.
A las 12, entre la historia de sus vidas, despues de lagrimas de uno y otro lado, vino por fin el momento que ambos anhelaban, primero dos manos entrelazadas, y luego la de él sobre su pelo...un pelo demasiado sedoso, como si fuese producto de una ensoñación demasiado perfecta. Un beso apasionado. Ella pensando en otra vida, y él en otra persona.
Él supo entonces que ella era la mujer indicada para él. Todo en ella lo gritaba. Pero también supo que a pesar de haber encontrado a esta ninfa, a este demonio con una forma demasiado exquisita para ser siquiera considerada la posibilidad de negar uno de sus deseos, él ya amaba a un ser menos perfecto, menos bondadoso, menos empático, pero mucho más real, mucho más humano.
Se bajaron del micro en silencio, y se despidieron con un abrazo y una mirada, y la promesa de volver a encontrarse pronto en otro momento, en otro lugar, en otra vida.
Que la vida había perdido parte del color, parte de la emoción de ir a buscarla a la parada del colectivo, con los brazos llenos de golosinas y en la boca una sonrisa que desaparecería para transformarse en un beso.
Que no hacías más que pensar en ella, cuando ella estaba feliz en otro lado, quizás en otros brazos. Que te había olvidado, que ya no te amaba.
Te subiste a un taxi y te fuiste para Retiro, con la mente en los Andes, imaginando, temiendo, añorando. Te bajaste y esperaste una hora, y llegó el micro. Esperabas encontrarte con un ambiente vulgar y festivo.
Pero por suerte la vida también tiene sorpresas, y a último momento te cambiaron de servicio, y te acurrucaste cómodo en un asiento inesperadamente amplio y cómodo, al lado de una chica que, oh sorpresa, te recordó un grabado de las mil y una noches, con su cara como la luna, y su cintura como rama de sauce, envuelta en una finísima remerita blanca, que dejaba al descubierto unos pechos como granadas.
Con una bendición interna, agradeciste la suerte que te había tocado, y también te acordaste de lo curtido que estabas desde hace unos meses. Ya no te importaba tanto el qué dirán, y hablar con una mujer, mirarla a los ojos, ya no se te hacía una tarea tan difícil. Es más, habías empezado a encontrar dentro de las miles de miradas femeninas, algo encantador e insondable, y en cada una de ellas había algo nuevo y sorprendente. Tierno y tentador a la vez. Un lirio y una rosa dentro del corazón de cada una de ellas.
Se despertó a eso de las 9, cuando se habían adentrado en la Provincia de Santa Fe. Se miraron, y en esa mirada quedó todo dicho. El deseo estaba de su lado, y no había más que expresarlo con una excusa, con un "hola" o con una sonrisa casual.
Y el momento llegó cuando la chica trajo la comida, y ambos la rechazaron, con un dejo de orgullosa altanería en la voz. Ambos eran vegetarianos, y ambos se gustaron inmediatamente. Quizás por una cuestión de sentirse identificados entre tantos extranjeros carnívoros y glotones.
Él se rió, y comentó por lo bajo lo bárbaras que eran las costumbres modernas que obligaban a miles de animales a llevar una vida espantosa en corrales, privados de luz natural y de alimentos apropiados. Creo que ni él mismo creyó ese argumento.
Ella estuvo de acuerdo, y en su cara bailaba una sonrisa pícara, pero al mismo tiempo seria y femenina.
Y los comotellamas, dedondesos, cuantosañostenes, endondeestudias, se sucedieron como si ese primer escalón hubiese abierto las puertas para un mundo más generoso, colmado de palabras, gestos, sonrisas, abrazos, besos.
A las 12, entre la historia de sus vidas, despues de lagrimas de uno y otro lado, vino por fin el momento que ambos anhelaban, primero dos manos entrelazadas, y luego la de él sobre su pelo...un pelo demasiado sedoso, como si fuese producto de una ensoñación demasiado perfecta. Un beso apasionado. Ella pensando en otra vida, y él en otra persona.
Él supo entonces que ella era la mujer indicada para él. Todo en ella lo gritaba. Pero también supo que a pesar de haber encontrado a esta ninfa, a este demonio con una forma demasiado exquisita para ser siquiera considerada la posibilidad de negar uno de sus deseos, él ya amaba a un ser menos perfecto, menos bondadoso, menos empático, pero mucho más real, mucho más humano.
Se bajaron del micro en silencio, y se despidieron con un abrazo y una mirada, y la promesa de volver a encontrarse pronto en otro momento, en otro lugar, en otra vida.
4 comentarios:
Me gustó lo que escribiste....
Bueno, solo es un comentario vago que no paga lo que valen los pensamientos que en mi despertaron, tu escritura y los recuerdos de aquella mujercita que si supo como joderme la vida.
Saludos desde Vanezuela
rectifico... Venezuela (que pena)
Lamentablemente (afortunadamente) todo debe pasar, para que todo siga siendo lo mismo, ¿no es así, angelo?
Gracias por tus comentarios.
Gran blog! Juan Pablo Peralta
www.portaldelperiodista.blogspot.com
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