sábado, 24 de noviembre de 2007

Preocupación ecológica

Últimamente, una extraña obsesión invade mis pensamientos de día y me sorprende durante los miedos inconscientes de la noche: el fin del Mundo.
Hace ya unos años que un vívido sueño, el más vívido de todos los sueños que tuve en mi vida, destruyó mi ingenua creencia en la inmortalidad de nuestro pequeño Planeta. En él, un enorme asteroide de forma irregular y de un intenso color rojizo colisionaba directamente con la Tierra. La sensación era demasiado real, casi física, podría decir. El sacudimiento, la enormidad del elemento extraterrestre, la nitidez de los cráteres en su superficie, todo representó en ese momento un cambio significativo en mi relación con el medioambiente y con el Universo.
Hoy, este miedo inconsciente, representado en un sueño por la inminente destrucción del mundo, me lleva a intentar medidas individuales (puesto que no creo en la bondad de los hombres, y en eso me parezco a Calvino y a Waltari), tales como el vegetarianismo (ahora abandonado) y más recientemente el reciclado. ¿Qué es lo que hacemos cada uno de nosotros por evitar que los mares se levanten, que la temperatura aumente y que los ecosistemas colapsen directa o indirectamente?
Esto es absolutamente serio: ¿hay alguna posibilidad de devolver el equilibrio climático a la Tierra.... ese precario equilibrio que hoy ya no existe? ¿Sirve de algo participar en una campaña como la promovida por Greenpeace para la Ley de Bosques (a la cual adherí, pero en cuyos satisfactorios resultados no confío totalmente)?
En última instancia, todas las preguntas me devuelven al punto de partida de todos los filósofos: ¿puede el hombre cambiar o seguirá siendo un autómata incapaz de racionalidad y amor? ¿Podremos evitar esta catástrofe sin precedentes en la historia del pequeño globo azul del Sistema Solar?





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