jueves, 12 de abril de 2007

Lo importante

A veces, al caminar temprano por la mañana, yendo para la facultad, tengo la impresión de que todo va demasiado rápido. Tal vez sólo sea una característica espacio temporal de esta ciudad. Pero no; después dudo. Miro en mi interior y observo esa misma agitación, esa ansiedad no contenida, ese estrés negro y sinsentido, ese paso agitado y nervioso. Supongo que podría echarle la culpa a las pautas culturales o, para ir más lejos, a los procesos históricos que formaron lo que llamamos la civilización occidental.
Pero aun así no me satisface esa explicación. ¿Debo recurrir a la filosofía, a la religión? Quizás no importe después de todo en qué lugar uno nazca o sea educado. Las leyes del karma explican suficientemente bien que si uno vive inconscientemente, las malas acciones del pasado (incluso las cometidas en otra vida), volverán como el golpe de un boomerang a sacudir nuestra efímera paz.
Pero al mismo tiempo, a veces siento esa particular necesidad de que todo suceda. Todo parece transcurrir demasiado lento, como si nada cambiase, como si ese mismo insulto, esa misma mediocridad se perpetuase por siempre en los abismos del tiempo. A veces quiero que todo sea distinto, de poder sorprenderme siendo otro, y no yo mismo: el mismo gesto, el mismo patrón de pensamiento, los mismos deseos, ya grises por el uso diario que de ellos he realizado.
Y entonces se produce ese momento en el cual me doy cuenta de que estoy caminando y que sólo hay un momento presente: el que estoy viviendo. Y que nada de lo que pasó ayer o va a pasar mañana importa. Ese momento, que es quizás una fracción de segundo, es todo el oxígeno que mi mente necesita para saber que hay algo más allá de todo. Tal vez sea un poder de síntesis que todavía no hemos descubierto y que no controlamos más que primitivamente. Pero cuando me siento así de vivo, dudo de todo, de todas las verdades que aprendí desde niño, de todas mis experiencias pasadas, buenas y malas, positivas y negativas, y me acuerdo de tan solo respirar, de respirar profundo, de mirar el cielo azul, de agradecer eternamente y sentirme totalmente vivo.

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