lunes, 25 de septiembre de 2006

Azar

A veces siento que tomé decisiones equivocadas, que las elecciones que hice, y que me condujeron hasta el punto exacto en donde hoy me paro, no fueron las mejores y podrían haber sido meditadas con un poco más de ganas y esfuerzo.
Pero hay un riesgo cuando pienso de esta manera: me olvido de todas las pequeñeces que contribuyeron a llevarme al momento presente. Millones de respiraciones, pensamientos de lo más variados y, a veces (muchas) antagónicos, dolores de cabeza, momentos de felicidad y de tristeza, miradas, lastimaduras, movimientos inconscientes, negligencias, caprichos, etc.
Y entonces no puedo pensar más que en lo fortuita y frágil que es la voluntad humana, que depende de todas estas y muchas más cosas.
Moldeamos nuestra vida de acuerdo a pequeños incidentes que tienen lugar todo el tiempo y todo el día, y de los cuales sólo una fracción es realmente susceptible de ser modificado por nuestra diminuta e ínfima voluntad. El contraste, entonces, entre esa idea de mundo que tenemos en la mente, y el mundo en sí, no puede dejar de ser frustrante.
Pero por suerte, siempre me acuerdo que te tengo a vos, mirándome con esos hermosos ojos verdes, y sabiendo que no podría haber sido más feliz si hubiese cambiado una, sólo una, de mis pasadas decisiones, porque al fin y al cabo, malas o buenas, conscientes o no, me llevaron hasta vos, que sos mi felicidad.

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