Empezó después de la sequía, y no se detuvo. Primero una gota, luego otra. Después de unos pocos segundos, el agua caía a raudales del cielo. En cada ráfaga de viento, en cada hoja conteniendo agua, escucho sus risas cristalinas, y ahora temo ahogarme.
lunes, 4 de mayo de 2009
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