La primera de las siete leyes herméticas reza lo siguiente: "El universo es mental". Este principio, tomado supuestamente de labios de Hermes Trimegistos (el trez veces grande), fue pasado de boca de maestro a oído de alumno durante añares, y parece encerrar una justa verdad: que todo lo que existe tiene inteligencia. Es casi la enunciación de la existencia de una inteligencia divina, ya que si todo es mental, o sea, tiene una lógica, un patrón de conducta, tiene que haber alguien o algo que esté detrás de todo.
Más allá de esta consideración, hoy me encontré pensando en muchas cosas del pasado, y otras tantas del presente, cosas que me desagradan con respecto a mí, y con respecto al mundo; cosas que realmente me entristecen. Y al mismo tiempo me di cuenta que la tristeza no era parte obligada de esos recuerdos y de esa imagen de uno mismo que yo tenía: la tristeza venía más bien adicionada por la perspectiva desde la cual miraba esos flashes visuales (¿es más que eso un recuerdo, es decir, toda nuestra mente?): la tristeza era entonces una parte perecedera. Yo podía quitarla de ahí, tan solo cambiando la perspectiva desde la cual me paraba en el recuerdo, porque efectivamente, había un alguien allí, mirando algo: y ese alguien era el yo del presente. Un yo que interpreataba una cinta tomada hace un tiempo, de manera particular, tal como dos directores de distintas escuelas, grabando una misma escena, logran por planos, efectos, etc., dos tomas que se parecen muy poco.
Entonces me dije que debía esperar y ser paciente. Cuando asomase el recuerdo, o la imagen, debía tan sólo verla sin resistirla. Esta es la palabra acá, me parece: resistir. Sí, porque el yo observador identifica esa escena consigo mismo: el yo que observa tiene una imagen formada de sí mismo, y muchas veces lo que proyecta no coincide con esa imagen. Este es un mecanismo de defensa muy primitivo: el ser humano rechaza verse a sí mismo reflejado cuando esa imagen no coincide con la que ya se había formado previamente (de que somos buenos, generosos, compasivos, o quizás de que deberíamos serlo, ¿no es verdad?). Miré y esperé, y allí apareció la reacción una vez más: el mecanismo es instintivo y prácticamente no hay nada que conscientemente podamos hacer por evitar que aparezca: pero podemos observar a quien observa. Y allí hay algo que es un milagro. Porque cuando este observador es observado, la reacción, por alguna razón que desconozco por completo, no produce efecto...es, como decir, que cuando somos conscientes del observador y no estamos identificados con él, nos hallamos como mirando una película, sentados cómodamente en una butaca del cine, en completa seguridad, y disfrutando de una película en la cual el protagonista sufre.
Me pareció algo increíble el funcionamiento de la mente, y me sorprendí de no haberlo entendido antes. Y luego recordé que Huxley, en su libro La Isla, mencionaba que uno de los pilares de los nativos, era la educación psicológica interna: un trabajo diario en el cual el estudiante, debía analizarse psicológicamente y encontrar sus patrones de conducta, para luego descartarlos.
El universo es mental, y el pasado nunca estuvo allí. Es un algo grabado en nuestra mente, con una cámara subjetiva, que reproducimos siempre en un presente porque no pudimos lidiar con él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario