Estaba escuchando el tema de Dylan, y me acordé de pronto de dos sueños recurrentes que tengo desde los 10 u 11 años.
El primero: estoy parado frente a una abertura hecha en una construcción de piedra y arcilla roja. Me veo a mí mismo desde arriba, y por lo tanto, ¿quién soy yo? Pero sí, yo soy aquel que contemplo y no el aire mirándome vacío desde arriba. Mi rostro está muy tostado por el sol, y lo poco que de él se ve, es de rasgos muy bellos. El resto está cubierto por un espeso, negro, y enrulado cabello. La larga barba que llega hasta la cintura, está atada con un anillo de oro a la altura de la garganta, y me da un aire de elegancia y distinción. Tengo puestas ropas de color rojo claro, un cinturón turqueza con un signo dorado en el centro, y unas sandalias de cuero. Estoy en una galería en penumbras, en donde dos o tres personas más pasean y charlan, todos ataviados de manera semejante a mí, aunque combinando distintos colores. A través de la abertura, que se extiende unos 15 o 20 metros, a lo largo de la parte derecha de un pasillo de proporciones reducidas, se ven los rayos del Sol, y hacia abajo, un río serpenteando entre construcciones de color marrón. Sin embargo, una cantidad considerable de hojas, helechos, plantas trepadoras, cubren desde arriba la parte exterior de la abertura (que debe tener unos 2 metros de ancho) y dificultan la visión del exterior. Todo el sueño no dura más que un instante, que es sin embargo suficiente para permitir la conciencia de todos estos elementos, la visión, la sensación de las ropas de lana.
El segundo: subo por una escalera de caracol. Los escalones son de piedra dura, aunque muy gastada por el uso. Una puertita de madera tachonada con placas de bronce impide mi entrada. La abro sin dificultad. Me encuentro en una habitación circular de dimensiones reducidas. El techo es abovedado, y hay 8 grandes ventanas sin vidrio, cuya parte superior está arqueada. Dentro, en varios muebles, hay distribuidos muchos elementos de observación astronómica, libros, una silla tosca de madera con respaldo. Pero lo que me interesa es que el Sol se va, y empiezan a aparecer las estrellas. Abajo se ve, hermosísima, una ciudad de estilo bizantino, y se oye el arrullo de las palomas y el sonido de los cascos de caballo.
2 comentarios:
Qué buenos sueños! Con tan buena descripción, me imaginé que era parte del sueño y todo. :P
Ambos te transportan lejos, muy lejos.
Contame vos tus sueños recurrentes, Jaz. :)
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