martes, 8 de julio de 2008

Siesta

Cuando nos habíamos acostado, me dijiste que el amor no podía ser medido, pero yo no estaba de acuerdo. Y entonces me quedé pensando, antes de dormirme, si el amor por nuestras parejas tenía motivos, razones y por qués. Sí, me dije, porque nadie ama por nada. Y el que ama sin que nada le den es un neurótico, un obsesivo. Pero, entonces, ¿qué es lo que hacía que nuestro amor fuera tan particular, tan único?
¿Era amor o era otra cosa? "No, es otra cosa", me dije...es obsesión, posesión. Esto no era amor, me repetí, era tan sólo la búsqueda desesperada de seguridad realizada. Era como volver a hamacarnos en los brazos de nuestros padres, sin una sola preocupación, sin ninguna necesidad, totalmente tranquilos.
¿Pero no había acaso cierto amor en todas esas golosinas, en todas esas sonrisas compartidas?
Me dormí y empecé a soñar que estaba en tus brazos, y por cierto, lo estaba. En el sueño yo dormía en tus brazos pero vos no eras vos. Eras tan sólo tu cuerpo, tus emociones, tu pasado. Pero a vos te faltaba alma. Habías perdido todo, y sólo me abrazaba una linda chica con algo de atractivo en su mirada. Pero nada más. Me asusté. ¿Qué se había perdido? ¿Qué era eso que indefinidamente catalogamos como alma y que identifica al otro, y sin lo cual esa otra persona es otra?
Me desperté transpirado. Estaba temblando, y te miré. Un hilo de saliva caía de tu labio, y roncabas ligeramente. Y de repente me pareciste extraña y ajena. Algo te faltaba,...estabas más ligera, y cuando te despertaste algo indefinido faltaba en tu mirada, algo, tal vez, que otros llamarían alma, y que se había perdido en esa siesta.

No hay comentarios.: