Tomo mi mente, sus viejas y nuevas superficialidades,
sus laberínticas oscuridades,
tomo todos mis recuerdos, y me doy cuenta,
que el mundo no va a detenerse.
Tomo mi tibio corazón, con todas sus excentricidades,
sus idas y sus vueltas,
su notable bondad, y su perversa malignidad,
y suspiro,
porque el mundo no va a detenerse.
Tomo mi ampuloso lenguaje, su pedantería,
y su barroco estilo, y logro desecharlo,
porque me doy cuenta,
que el mundo no va a detenerse.
Mi yo, mis recuerdos, y todo el bagaje
que ingenuamente creí me hacían quien yo era,
porque el mundo no va a detenerse.
Mis más desesperados anhelos, y mis escapes más fáciles,
y todo queda atrás, porque después de una gran tormenta,
el Sol vuelve a salir y todo lo renueva,
y la brisa vuelve a soplar, limpia de agua y de los infinitos ayeres,
y el mundo todavía no se detuvo,
aun cuando yo haya dejado de ser hace mucho tiempo.
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