Paseando en una bella mañana primaveral por la recta carretera, el cielo se veía extraordinariamente azul; no había una sola nube y el Sol era cálido, no demasiado caluroso; se sentía agradable. Las hojas brillaban y había animación en el aire. Era realmente una mañana de extraordinaria belleza. Ahí estaban la alta montaña, impenetrable, y los cerros de abajo se veían verdes y hermosos. Y mientras paseaba tranquilamente, sin muchos pensamientos, uno vio una hoja muerta de color amarillo y rojo brillante, una hoja de otoño. ¡Qué bella era, tan sencilla en su muerte, tan natural, tan llena de belleza y vitalidad de todo el árbol y del verano! Era extraño que no se hubiera marchitado. Al contemplarla más de cerca, se veían todas las nervaduras y el tallo y el contorno de esa hoja. Y esa hoja era todo el árbol.
¿Por qué los seres humanos mueren tan desdichadamente, tan lamentablemente, con enfermedad, vejez, senilidad, con el cuerpo encogido, feo? ¿Por qué no pueden morir tan natural y bellamente como esta hoja? ¿Qué hay de malo en nosotros? A pesar de todos los médicos, de las medicinas y los hospitales, de las operaciones y de toda la agonía de la vida, y también de los placeres, no parecemos capaces de morir con dignidad, con sencillez y con una sonrisa.
Tomado de "Libertad Total", por J. Krishnamurti.
El que conoce a los hombres es sabio
Quien se conoce a sí mismo es un iluminado.
El que vence a los hombres tiene fuerza.
Quien se vence a sí mismo es invencible.
Quien sabe contentarse es rico.
El que obra con vigor es voluntarioso.
El que no se desvía mucho dura.
Quien puede morir sin perecer tiene larga vida.
Tao Te Ching.
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