Venía caminando por la calle, llevando mis carpetas y libros (supongo que eso habrá sido), cuando una persona me gritó desde la vereda de enfrente: "El Sol no gira alrededor de la Tierra". No sé exactamente qué lo habrá impulsado a decir esta frase. Por el momento pensé: "Es fácil para vos y para mí repetir esto, pero en su momento (hace unos 2000 años; no, no fue Copérnico) fue todo un descubrimiento que tuvo que luchar contra la evidencia del sentido común: el Sol parece salir y ponerse todos los días en puntos opuestos del horizonte.
Sin embargo, como suele sucederme, me agarró un temor supersticioso. ¿Y si esa frase, tan fuera de lugar, tan irracional en ese momento, fuese una advertencia de esas que lanza el Universo de forma aparentemente aleatoria, pero con un significado subyacente?
¿Estaré demasiado concentrado en mí mismo, sin darme cuenta que no soy alegóricamente el Sol, dador de vida, fuente de calor y luz, sino más bien una ínfima masa de hierro y oxígeno que gira a su alrededor? Tal vez debería poner las cosas en su lugar. A veces espero que las cosas sucedan, creyendo quizás que soy importante dentro de esta Vía Láctea; pero en realidad, sólo soy una mota de polvo en la vastedad del Universo.
Este es el significado que le di a una advertencia aparentemente incoherente y fuera de lugar. Si viviera en los tiempos clásicos, seguramente tendría más sentido, puesto que podría atribuirla a los dioses del Olimpo. Lamentablemente para mi mente supersticiosa, Kepler, Galileo y Descartes trituraron hace más de 400 años todas esas cosas.